Hemos transitando un año más, desde las celebraciones por los 500 de la REFORMA, cuando Martin Lutero aquel 31 de octubre de 1517 publicara las 95 tesis en Wittenberg, hecho que marca históricamente el comienzo de la reforma frente a la venta de indulgencias, lo que de ningún modo se puede vender, porque lo que Dios da: lo da gratuitamente.
Lutero jamás imaginó la revolución que provocaría su acción y mucho menos quiso participar de una fractura de la iglesia occidental. Lo central no es la idea de cambiar algo sino la necesidad de buscar la fidelidad a Dios que había quedado oscurecida por la distancia con la resurrección de Jesús y la asunción progresiva de prácticas extrañas y contrarias al evangelio. La palabra reforma significa entre otras cosas volver a dar la forma auténtica.
La negación del diálogo abierto por parte de la institución iglesia terminó llevando a un cuestionamiento global de la forma de ser iglesia. Para llegar a esto fue necesario recuperar la fe con una iglesia fiel teniendo como punto central a Jesucristo; a partir de allí comienzan a ordenarse las demás concepciones básicas de la reforma: solo la escritura, solo la gracia y solo la Fe.
Para conocer quien es Jesús se debe recurrir a la Escritura, la escritura nos enseña que soy salvo por Gracia y esto es un regalo que solo se puede aceptar y agradecer por Fe.
A partir de este esquema básico es posible comprender las distintas ramificaciones de la Reforma en los distintos países. La revalorización de la vida común, el sacerdocio universal de los creyentes, el canto congregacional y una estructura eclesial donde todos somos hermanos/as y Cristo es la cabeza, son porciones buenas que podemos tomar hoy como señales de fidelidad al Evangelio. Esto incluye por supuesto los movimientos de prerreforma como el valdismo y aquellos otros que fueron extinguidos violentamente antes del siglo XVI o asimilados como los franciscanos.
La construcción de la iglesia es temporal, por tanto, cada generación tiene la responsabilidad de buscar la fidelidad a Dios en su situación histórica mirando la realidad e identidad como valdenses en el Río de La Plata en 2018, con la red ecuménica y la situación global, para ajustar nuestras prácticas a la voluntad de Dios. El carácter reformado exige la decisión de reconocer donde nos hemos alejado de la Fuente y volvernos a Dios cada día, en lo personal, lo comunitario, en lo regional, donde Dios nos ha colocado.
Celebrarla Reforma significa conceder valor a la Fe que se entrega confiadamente a Dios, agradecer la justificación que solo Dios nos ha dado en Cristo por Gracia y mantenernos ligados a la Escritura, a través de la cual Dios eligió guiarnos. Es una manera de vivir la fe, libre de ataduras oficiales y expuesto ala condena de quienes no soportan… “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21)
“Su Palabra es un árbol de vida que, en todas direcciones, te ofrece benditos frutos. Es como aquella roca abierta en el desierto, que llega a ser para cada ser humano, no importa de dónde provenga, bebida espiritual; han comido el mismo alimento, que era espiritual, han bebido de la misma fuente que era espiritual”
La Reforma protestante es el indicador que aún no hemos terminado nuestro trabajo, y como los hermanos del siglo XVI tenemos que poner a Cristo en el centro de nuestras vidas, la palabra de Dios nuestra inspiración para buscar preguntas y disponer de todo nuestro ser para colaborar con Dios, mediante su gracia para la transformación del mundo. Es tiempo de elevar y sostener nuestro testimonio mediante una vida agradable a Dios y en obediencia a sus mandamientos.
Nelda Eichhorn, miembro de la Mesa Valdense.