Lee en tu Biblia: Lucas 15: 1-10
El Segundo pedido del Padre Nuestro me lleva a proponer una pregunta que me preocupa: ¿Es buena la práctica de repetir el Padre Nuestro todos juntos o es mejor que el que preside la diga sólo en voz alta y los demás lo escuchen?
Me dirán que esta pregunta no tiene valor ante todo lo que realmente nos preocupa. Hay tantos temas que nos afligen que no vale la pena detenerse en esto que aparentemente es algo completamente secundario. El Padre Nuestro es la oración más repetida por toda la cristiandad. Primero porque Jesús es su autor. Segundo porque su contenido tiene un valor realmente excepcional. Lutero decía que el abuso la convierte en “el mártir más grande de toda la tierra”.
Por eso Lutero escribió una vez que él, como un bebé que chupa la leche del seno de su mamá, también chupaba el Padre Nuestro y lo bebía una y otra vez como un niño sin saciarse nunca. Cuando escribió esto, Lutero tenía 52 años, era en 1535. Esta forma de nutrirse del Padre Nuestro implica considerar atentamente cada palabra que se pronuncia. Porque muchas veces sucede, y me temo que sucede seguido cuando lo repetimos todos juntos, que la boca habla pero la mente vaga no se sabe por donde. Si esto sucede se comprende que se está abusando de la oración que nos enseñó Jesús.
También sucede que en vez de orar el Padre Nuestro se lo recita, es decir se repite mecánicamente cada palabra. Por tanto es muy importante y diría esencial cuando se repite esta oración sopesar bien cada palabra. Por ejemplo: cuando oramos “venga tu Reino” ¿Qué estamos diciendo? ¿Por qué debemos pedir que venga su Reino? ¿Cómo puede venir? En un apretado resumen podemos decir: el Reino de Dios es el corazón de la predicación de Jesús. El se hizo uno con el Reino que anunció. Dijo que era el “evangelio” la buena noticia, un “misterio” y que estaba “cercano”. No se lo puede localizar pero está con nosotros. Y es un Reino que invocamos, porque no lo podemos construir nosotros. Es el fruto de una decisión de Dios y no de nuestro esfuerzo.
Todo eso y más es lo que decimos en esa palabra, que el Reino venga a nosotros. Si oramos sin tomar en cuenta ese trasfondo estamos banalizando nuestra oración.
Tal vez no importa al fin de que forma oramos sino cómo oramos el Padre Nuestro y haciendo uso de nuestra libertad cuando lo oramos en comunidad, los que quieran podrán hacerlo uniéndose en una sola voz y los que no, pensando íntimamente las palabras que se pronuncian mientras guardan silencio. En forma íntima le pedimos a Dios que nos ayude a ser nosotros mismos, como individuos o como comunidad, parábolas del Reino para señalarlo a los que nos rodean.
Es verdad, no es un tema vital, pero creo que es importante pensar lo que hacemos para que el Culto que ofrecemos a la gloria de Dios no se vuelva una práctica vacía.
Pastor emérito Carlos Delmonte