Para que el mundo crea

Leemos en nuestras Biblias: Juan 17:1-11

En la oración plasmada en Juan 17, Jesús pide por la glorificación suya y de Dios, por quienes creen en él y por su santificación, por la continuidad de su obra salvífica y por la unidad de su iglesia. El pedido por la unidad se halla en los versículos 11 y 21-23.

Ah, sí, la unidad de las iglesias, ¡qué tema! Cuántas veces se pregunta por qué tiene que haber tantas iglesias diferentes, por qué no se unen… El siglo XX ha visto numerosos esfuerzos por lograr acercamientos, relaciones, convenios y vínculos entre las iglesias. Se formaron consejos, federaciones, asociaciones, alianzas. Se han logrado pasos importantes y muchas personas se han podido formar y desarrollar en su fe y su amor al prójimo gracias a esos esfuerzos. Esto es innegable. Debemos agradecer a quienes los impulsaron y realizaron.

Ante el panorama abigarrado y de a ratos deprimente de miles de iglesias cristianas diferentes, ¿qué significa aquel pedido de Jesús por unidad? Bien, para una parte de estas iglesias ha sido un impulso decisivo para buscarla; pero debemos reconocer que la unidad nuevamente se ha fragmentado en una serie de conceptos bastantes divergentes: pluralidad reconciliada, unidad en la diversidad, alianzas para una determinada misión pero hasta ahí nomás, fusiones de iglesias, comunión de púlpito y altar pero más no, familias confesionales… Pero lamentablemente se enfrentan no solo iglesias entre sí, sino también instituciones que ya son intentos de unión: una alianza contra una federación, un consejo contra un concilio en ocasiones de la misma familia confesional. “Buscamos la unidad, pero solamente con los que nos resulten afines…” – eso parece subyacer a muchos avances y retrocesos.

No hay recetas para solucionar esto. Quizás ayude afirmarse en la propia fe e identidad, y paralelamente ir al encuentro sin dureza alguna. En la propia identidad siempre se encuentra el mandato misionero y se puede descubrir lo valioso que es el colorido jardín de Dios. Asimismo, en esa identidad radica el desafío de la humildad de reconocer que Dios también obra a través de todas las demás iglesias. La pugna silenciada, velada o abierta ya no solo entre iglesias, sino también entre consejos, alianzas y federaciones podría indicarnos que Jesús está pidiendo por algo más que por la unidad entre quienes sean afines. Eso aún es demasiado cómodo. Juan 17 es un desafío para cada creyente, cada iglesia y también cada institución a ir más allá del abrazo entre pares. Los esfuerzos y logros ya concretados son solo preludios para apuntar a la meta sublime que Jesús tenía en vista: para que el mundo crea.

René Krüger, Profesor de Teología y Pastor jubilado de la IERP

Gualeguaychú

renejekruger@gmail.com

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.