RELATO DE UN ENCUENTRO – Página Valdense – Edición diciembre 2020- enero 2021

Permiso… mujer abriendo caminos

Cuando Daiana -la directora de esta publicación- me comentó cuál era la idea de la nota, inmediatamente vino a mi mente un nombre. Al ser ella persona de riesgo, sabía que el encuentro debía hacerse de manera virtual. Charlamos primeramente por teléfono, y con su «buena onda» de siempre, rápidamente coordinamos cómo haríamos la conversación.

Y sin más preámbulos, se las presento.

Ella es Catalina Boonstra de Douma, o «Sesi», cómo la llamamos sus allegados -del holandés zusje, que significa «hermanita», tal como la llamaba su hermano-. Inmediatamente después de dar su nombre, expresa: «Soy miembro de la iglesia -Reformada- Cristo Vive, docente jubilada y he estado en esta iglesia por más de 60 años». En una frase nombra a la iglesia dos veces, lo que muestra cuán importante es para su vida.

Luego continúa contándome que estuvo casada con Francisco, ya fallecido, que tiene dos hijos, Carlos de 60 años y Jorge de 59; 8 nietos y una bisnieta que le da mucha alegría. Nacida en Tres Arroyos, el 27 de noviembre de 1937, se fue de la ciudad a los 3 años porque su padre, holandés que había venido a la Argentina a los 19 años, se dedicaba a tareas rurales, lo que llevó a la familia a recorrer parte de las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Así fue durante casi 20 años.

Su madre era argentina, hija de holandeses residentes desde muy pequeños en Argentina, así que en su casa se hablaba sólo un poco el holandés, que se fue perdiendo porque la familia recibía a mucha gente lugareña que no hablaba el idioma.

Relata Sesi que, durante muchos de esos años, no concurrieron a ningún templo, pero que era costumbre reunirse los domingos a la tarde.

«Todos cambiaditos, todos arreglados, era un momento de canto, de lectura bíblica y después salíamos a caminar con mis padres por el campo. Cuando uno es chico, eso es lo más lindo que hay», afirma.

A sus 15 años se encontraba viviendo en Brandsen y desde allí, domingo por medio, recorrían en tren los 65 kilómetros que separan a la localidad de la ciudad de Buenos Aires, para asistir al templo de la Iglesia Reformada. Sesi recuerda esos momentos con mucha alegría.

A los 21 años se casa con don Francisco y vuelven a Tres Arroyos para instalarse aquí definitivamente. Es en ese entonces que Sesi comienza su trabajo en la Iglesia Reformada local, pero no en el templo principal o «Iglesia Grande», como se le suele llamar; sino en una misión que se estaba iniciando, conocida en ese momento cómo la «Capilla», hoy templo «Cristo Vive», terminada de construir en 1962.

Invitada por el pastor a cargo, comienza a trabajar en la escuelita bíblica y en otras tareas. Así define aquel tiempo: «La verdad que ese trecho de mi vida me gustó mucho, porque si bien siempre había tenido contacto con la Biblia, sentía como que faltaba algo, poner en práctica todo lo que sentía.»

Algo que en todo momento destaca Sesi, es que ella prefería trabajar en la «Capilla», porque percibía que en la «Iglesia Grande» era sólo asistir a las celebraciones los domingos y no mucho más. Sentía que las estructuras eran demasiado rígidas, así que eligió ser parte del nacimiento de una nueva misión. Esto nos muestra una vez más, la voluntad de Sesi para convertir en acciones la palabra de Dios, que conocía desde muy pequeña.

Una de las primeras misiones de la «Capilla», era compartir escuelita bíblica con alumnos pupilos del Colegio Holandés, que aún hoy sigue siendo parte de la Iglesia Reformada de Tres Arroyos. Había una buena asistencia de niños y con cierres anuales para Navidad, que incluían a no menos de 100 niños en la velada, donde compartían todo lo vivido en el año.

Pregunto a Sesi cómo hizo para congeniar su vida familiar con dos niños pequeños, su trabajo en la iglesia y su profesión docente. Y en ese momento me cuenta que no tenía aún hecho el colegio secundario, ya que su vida en el campo no le permitió poder encarar esos estudios. Es así que, con Francisco a finales de la década del ’60, deciden hacer el secundario nocturno juntos.

Y no conforme con todo esto, terminados los estudios secundarios, continúa con el nivel terciario y en el año ’78 se recibe de maestra. En ese mismo año, atraviesan por una situación de enfermedad y fallecimiento de su padre, por lo que estuvo muy cerca de su madre.

«También fui a ayudar a mi mamá, y después vine a rendir los últimos finales, pero bueno, qué se yo, era cumplir un sueño, un sueño que estaba muy lejos de pensar que yo lo iba a hacer, ¿no?», afirma casi con nostalgia. Inmediatamente comenzó a trabajar en su profesión, y si bien hubiera preferido hacerlo en contexto rural, debió hacerlo en la ciudad por motivos familiares.

La charla continúa, y aprovecho el tema para preguntarle cómo vivió su profesión y me aclara que siempre trabajó en escuelas marginales, donde había muchos casos difíciles:

«Recuerdo chicos muy humildes, a los que uno no les conocía casi la voz, y de pronto cómo que se despertaban y estaban felices en el colegio, porque eso es lo que uno tiene que hacer, ¿no? Hacer que los chicos vayan felices al colegio. Era un trabajo difícil, porque la docencia no es fácil, pero no me fue pesado, al contrario, fue lindo para mí, siempre lo hice con mucha alegría. Cada mañana, recién abriendo los ojos, pedía que en la escuela estuviéramos todos bien y que los chicos pudieran ir. Uno tiene que aprender a convivir con su fe, el trabajo y todo lo que lo rodea.»

En el devenir de la conversación, llevo a Sesi a un tema que yo conocía, pero que quería profundizar. ¿Cómo es eso que la Iglesia Reformada de Tres Arroyos, por esas épocas: finales de la década del ’70, no tenía ni ‘Diáconos’ ni ‘Ancianos’ mujeres en su Consejo Eclesiástico? Y así era.

Ellas tenían su reunión de señoras y nunca se habían planteado la idea de participar de un Consejo Eclesiástico. Pero sucedió que, en un encuentro de mujeres en la localidad de Chascomús, a Sesi le llama la atención cómo las mujeres de otras comunidades tenían participación activa en el culto y en las tareas de diaconía. «Ese culto me “shockeó” un poco, porque dije, ¿cómo? En Tres Arroyos no había ninguna mujer que juntara la ofrenda, ni que orara, ni nada. En el momento de la oración final, creo que ni escuché lo que oraba el pastor. Mi oración fue que, si era que verdaderamente las mujeres tenían que ser diáconos y ancianos, entonces que en adelante en nuestra iglesia en Tres Arroyos hubiese diáconos y ancianos mujeres»

En los dos años siguientes, se manifestó la disconformidad de algunas mujeres por no poder participar de ciertas responsabilidades y así fue como se conformaron binomios para la elección de miembros del Consejo, y en uno de ellos estaba Sesi, pero con la salvedad que el binomio era compartido con un varón. De cada binomio se elegía un miembro para el Consejo. Y contra todo pronóstico, Sesi se erigió cómo la primera mujer Diácono de la Iglesia Reformada en Tres Arroyos. Recuerda que fue un tiempo de lucha contra muchos prejuicios, en algunos casos de parte de las propias mujeres, e incluso de parte del pastor de ese momento. En ese contexto siente la satisfacción de haber sido siempre tratada con respeto y reconocimiento por parte de sus hermanos varones.

En una oportunidad, durante su mandato, un pastor que debía ir a predicar a la «Capilla», tuvo un contratiempo y Sesi no dudó en tomar la posta. Así fue la primera mujer en dirigir un culto en la Iglesia Reformada de Tres Arroyos. Durante su gestión, en el año 1982, también se llevó a cabo la independencia de la ex «Capilla»; ahora sí, Iglesia Reformada «Cristo Vive». Nace de esta Iglesia la iniciativa de un espacio radial que se mantiene hasta nuestros días, el «Paréntesis Espiritual», que la contó como la primera mujer en preparar reflexiones para este programa. Durante varios años tuve la bendición de compartir esta hermosa tarea con ella, haciendo y editando sus grabaciones, la excusa perfecta para visitarla y compartir largas y jugosas charlas, con unos buenos mates, por supuesto. Lo hicimos hasta abril de este año, cuando comenzó la situación de distanciamiento.

Hoy, a punto de cumplir sus primeros 83 años, con varias operaciones de columna y caderas a cuestas, Sesi sigue irradiando la luz de una persona que no sólo ha llevado a Dios en su corazón, sino que ha sido la muestra fiel de que la palabra es acción, compromiso y amor al prójimo.

Los caminos, antes de construirse, deben abrirse, y estoy convencido de que Sesi es una de esas personas que el Señor ha elegido para abrir caminos. Un ejemplo a seguir.

 

Alejandro Faber

Iglesia Reformada Cristo Vive

Tres Arroyos, Buenos Aires, Argentina

Profesor de Escuela Secundaria Técnica

 

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