Leemos en nuestras Biblias: Lucas 13: 31-35
Jesús se dirige a Jerusalén. Es su última etapa en la tierra. Es allí donde se le acercan algunos fariseos y le advierten sobre el enojo de Herodes. Le aconsejan que se ponga a salvo. Aquí es donde Jesús se muestra firme, decidido y hasta desafiante. Manda un mensaje claro a Herodes: él debe cumplir su misión. Llama a Herodes “zorro”. Este término para los judíos era símbolo tanto de astucia, como de lo débil e insignificante. Jesús no le teme a los poderosos. Él responde solo a Dios.
Jesús sigue su camino, así es que se enfrenta a Jerusalén, la ciudad Santa. La ciudad donde reside el templo. Lugar con un significado muy profundo para los judíos, es la casa del Señor. Esa Jerusalén que en vez de acoger y escuchar los mensajes de los profetas, los desoye e incluso los mata. Esa Jerusalén tan soberbia es la que provoca una enorme tristeza en Jesús.
Por último, vemos a Jesús mostrándose absolutamente protector y tierno. Se presenta como un humilde servidor. Está dispuesto a dar su vida. Se compara en un momento con una madre, con una gallina que reúne a sus pollitos alrededor. Figura maternal y muy simbólica para expresar su vocación y misión en medio del pueblo de Israel. Jesús no recurre al poder para enfrentarse a Jerusalén. Jesús sólo ofrece su amor.
Esta actitud de Jerusalén nos interpela.
¿En cuántas situaciones nuestra cultura occidental y cristiana fue soberbia y no escuchó a sus profetas? Pensemos, por ejemplo, en Martin Luther King, pastor activista que reclamaba los derechos civiles básicos para sus hermanos; como tantos otros ejemplos.
¿Cuántas veces nuestra cultura abraza el poder y olvida a los humildes? Vivimos en una sociedad regida por las leyes del mercado y del consumo. Una sociedad que saquea ferozmente los recursos naturales de nuestro planeta. Una sociedad donde la concentración de la riqueza está en manos de unos pocos. Una sociedad donde los pobres son excluidos y condenados. Evidentemente estamos lejos de Jesús.
¿Hacia dónde debemos caminar como hermanos y hermanas en Cristo? ¿Jerusalén o Jesús? Jesús es aquel que nos recibe, abre sus brazos y nos integra. Nos invita a caminar con él hacia el Reino que viene.
¡Qué la ternura nos envuelva para construir una comunidad más diversa, inclusiva, justa, solidaria y cercana al Evangelio!
Laura Gonnet Artus
Maestra jardinera y miembro de la comunidad valdense de Dolores, Uruguay
Muy claro y acertado todo el comentario, reflexion perfecta y de gran contenido, lastima que parece que siempre se la olvida.