Resistir en el desierto

Nuestra lectura de hoy, Lucas 4: 1-13, relata el momento en que Satanás tienta a Jesús en el desierto, desafiándolo a cada instante para que desista de sus convicciones.

Jesús, como Moisés antes que Él, se retira al desierto donde ayuna por cuarenta días. Cada tentación trae consigo un mayor poder: poder sobre los elementos de la Creación, al convertir piedras en panes; poder político y militar al ganar poder sobre los reinos de este mundo, y poder para forzar la protección de Dios en forma inapropiada. Que Jesús fuera tentado durante su ministerio era conocido por la naciente Cristiandad. La Carta a los hebreos nos dice: «Nuestro Sumo Sacerdote (Jesús) no se queda indiferente ante nuestras debilidades, pues ha sido probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado.»

En el desierto, Jesús no cae en las tentaciones del demonio. Simplemente cita la palabra de Dios en la escritura. La palabra de Dios tiene poder, incluso sobre los demonios.

En un mundo donde las sombras de la pandemia y la guerra amenazan con destruir nuestros afectos más preciados, donde la codicia, el poder y la maldad brotan por doquier, las tentaciones sobran.

Pero la experiencia de Jesús nos enseña que no hay nada malo con ser tentados. Una breve oración o una cita de la palabra de Dios nos ayudará a desecharla. Por ejemplo, “no me dejes caer en la tentación” o “debo perdonar, no una sino setenta veces”.

La clave está en la resistencia a las tentaciones, por lo que en principio deberíamos trabajar en torno a nuestro autoconocimiento. Quien se conoce, identifica sus tentaciones, las puede poner en palabras y alejarlas de su propia vida.

Deberíamos entonces preguntarnos: ¿Puedo yo poner en palabras mis propias tentaciones, las debilidades y las maldades que me atraen especialmente? ¿Cómo aumentar mi fe para que las tentaciones no constituyan un peligro para mi vida y la de los demás?

Jesús me conoce mejor que lo que yo me conozco a mí mismo, me ama tal como soy. Pero también actúa, a menudo por intermedio de otros, para ayudarme a estar atento a no echar a perder las cosas. Él desea hacerme más compasivo y abierto a comunicarme con los demás. Le pido que me ayude a crecer en el amor.

Exequiel Alberto Torres

Profesor de Enseñanza Superior en Historia

Miembro de la comunidad Valdense de La Paz-Entre Ríos, Argentina

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.