“Cómo será de malo el trabajo, que deben pagarte para que lo hagas”, decía Facundo Cabral en uno de sus monólogos; lo que parece estar en sintonía con la idea expresada en el Génesis, en donde éste es visto casi como un castigo: “con duro trabajo harás producir tu alimento”.
El trabajo es percibido como una carga negativa, tal vez por esa identificación con su remuneración y ello como sustento de la vida. Esto ha devaluado la idea de vocación que nos da identidad y permite realizarnos.
Hoy podemos percibir enormes distorsiones en torno a ello. Mientras algunos trabajan bajo una enorme presión en pos de la rentabilidad, o simplemente para asegurar la sobrevivencia; muchos otros, y ya por varias generaciones, se han ido quedando afuera del mercado laboral, y en muchos casos se han resignado a vivir de subsidios. En medio de estas circunstancias es difícil encontrarle sentido. Por ello parece fundamental, cualquiera que sea el lugar en el que estemos, el poder ver el trabajo como aquello que nos identifica, que dice qué somos y a la vez nos realiza en tanto nos gratifica más allá de lo económico.
¡Qué bueno sería que cada persona encuentre su vocación y su lugar para poder desarrollarla!, ya que garantizaría dignidad y realización. Visto en esta perspectiva, el trabajo puede ser vivido como una bendición. Sin embargo, sabemos que esto no es así para demasiadas personas. Es que el mismo ser humano lo ha convertido, al decir de la Biblia, en maldición: en un sacrificio, en una fatiga dolorosa, en una rutina frustrante, o lo peor, en una necesidad imperiosa para poder obtener el sustento. Esto sucede cuando por ambición se explota a trabajadores y a la naturaleza; cuando lo limitamos al empleo, a un medio para obtener un salario; cuando lo limitamos al tener y no a ser por medio de él. Cuando esto sucede, somos los más desdichados y los más infelices, porque hemos perdido el sentido de la misma vida, nos hemos deshumanizado.
Por ello y a raíz de recordar un nuevo Día del Trabajo, este 1° de mayo, me gustaría invitarnos a pensar en lo siguiente: es probable que la mayor parte de nuestra vida pase por desarrollar alguna labor o varias: por tanto será bueno tener la actitud de intentar hacer de eso que hacemos algo que no solo nos identifique sino que disfrutemos de hacerlo. Es demasiado pequeño pensar en que la felicidad está en el ocio, en el tiempo libre, en las vacaciones. Es necesario atreverse a ser feliz en aquello que es nuestro quehacer diario. Y el disfrute se puede lograr a pesar del cansancio, de las dificultades, porque dependerá sobre todo de nuestra actitud. El trabajo no fue pensado por Dios como un castigo, sino como una bendición, ya que implicaba ser su imagen y semejanza, siendo imaginativos y creadores en pos de superarnos, no en cantidad de bienes acumulados, sino en calidad de vida vivida.
Pastor Sergio Bertinat