Leemos en nuestras Biblias el texto del Evangelio de Lucas 3:1-6
“Juan recorría toda la región del Jordán predicando el bautismo de arrepentimiento y el perdón de pecados” (Lucas 3:3)
La palabra clave del mensaje de Juan es cambio, transformación, conversión, arrepentimiento, como condición para recibir el perdón de los pecados, e impulsar una nueva forma de buen vivir personal, de la comunidad de fe y la sociedad en general. La predicación o el anuncio crea la conciencia y las condiciones para dar este paso decisivo.
El bautismo de Juan era un gesto simbólico y público del acto fundamental de arrepentimiento, pero hay que tener cuidado porque en la mentalidad religiosa, este gesto se puede transformar muy fácilmente en un rito vacío, o peor todavía, en una forma de pretender mostrarse piadoso frente a los demás. Por eso, Juan en el versículo 7, llama “raza de víboras” a muchos que venían a bautizarse con él, pero que eran arrogantes y se creían seguros de sí mismos por considerarse “descendientes de Abraham”.
El arrepentimiento que propone Juan es muy poco religioso, y se enfoca en acciones que todes podemos hacer. Juan lo sintetiza de una manera muy concreta: “el que tiene dos túnicas, que le dé una al que no tiene” (versículo 11). Este es el verdadero impulso que abre el camino hacia la transformación de la iglesia y la sociedad, que comienza conmigo, que crece desde abajo hacia arriba y se desarrolla desde adentro hacia afuera, de una manera más horizontal y menos jerárquica. Este es corazón del mensaje transformador del Evangelio.
De manera análoga a Juan, también nosotros podríamos proponer hoy algunas situaciones que requieren de nuestro arrepentimiento colectivo, histórico, social y político. Por ejemplo, en lo que se refiere al maltrato que recibieron los pueblos originarios de nuestro continente latinoamericano, de parte de los colonizadores europeos, de las sociedades nacionales y de las iglesias cristianas. En todo caso, arrepentirse significa reconocer el pecado cometido y realizar un acto de reparación, por ejemplo, el reconocimiento de la dignidad de todos los pueblos y la devolución de tierras que tradicionalmente ocupan.
Cabe recordar que “pecado” no es algo que necesariamente constituye un delito contra la ley, pero en todo caso es una acción que produce injusticia y opresión. Actualmente nadie diría que “tener dos túnicas” es un delito, pero en la predicación de Juan evoca el principio pecaminoso de la acumulación, que sí produce injusticias y ruptura de lazos sociales.
¡Ojala que el espíritu profético de Juan el Bautista siga predicando hoy a través de nuestras iglesias y de todas aquellas personas fieles al mensaje del Evangelio!
Por Samuel Almada
Comunidad Anabautista Menonita de Buenos Aires.
Alta Gracia (Córdoba), Argentina.