REFLEXIONES – Página Valdense – Edición diciembre 2020- enero 2021
Allí estará tu abrazo
En el Evangelio de Lucas 1: 39 – 56 se relata que María, luego de recibir el anuncio sobre el nacimiento de su hijo, emprendió el viaje hasta Judea para ir a la casa de su prima Isabel. El texto nos cuenta del encuentro entre dos mujeres que se conmueven ante lo que les sucedía y que se acompañan amorosamente.
Isabel que estaba embarazada, sintió en su vientre la buena nueva que traía María. Conocía a su joven prima y lo supo apenas la vio. Se alegraron y dieron gracias a Dios. Ambas eran mujeres de fe, tenían esperanza y estaban comprometidas con el mensaje de Dios.
María, aún emocionada por la posibilidad de estar un tiempo con Isabel y de celebrar juntas la dicha que estaban viviendo, expresó con gratitud y esperanza un canto. En ese gesto de alabanza trajo a la memoria el canto de Miriam (Éxodo 15: 21) y también el de Ana (1 Samuel 2: 1-10), recordando la promesa de Dios de liberar a su pueblo, optando por las personas más débiles y vulneradas de la historia, dignificando sus vidas.
Estas mujeres comprendían perfectamente su lugar en el mundo, eran parte del pueblo que sufría a diario la discriminación, vulneración y opresión. María entona en su canto su reivindicación, su dignidad al ser mirada por Dios y reafirma su compromiso. Recuerda la promesa que Dios le hace al pueblo y el compromiso del pueblo con Dios, hace memoria de la historia de liberación, de justicia y de reivindicación de quienes sufren.
En este encuentro de María e Isabel, que está enmarcado en cómo inicia el Evangelio de Lucas y relata el pasado de Jesús, tiene la potencia de conectar la historia (o las historias) del pueblo de Israel, con sus tradiciones y sus memorias colectivas transmitidas de generación en generación. Pero también en su sencillez y amorosidad tiene la potencia de transformar el presente, no solamente ser un puente hacia el futuro: la vida y misión de Juan el Bautista y de Jesús.
En el Evangelio de Lucas, estas mujeres son protagonistas de la historia de salvación, son parte activa del anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios. Ellas dan testimonio de lo que Dios hizo en sus vidas, se acompañan en sus ciclos vitales y se ayudan mutuamente para comprender lo que está aconteciendo. Se saben juntas en este proceso que están viviendo y se sostienen en el camino que decidieron tomar con convicción y esperanza.
La fe de estas mujeres, sus formas de comprender a Dios y su accionar en la historia, sus cantos y alabanzas se hacen eco de las voces de las personas humildes que han sido y son marginadas. Denuncian las necesidades de quienes sufren hambre y anuncian que eso se va a acabar, que Dios siempre actúa en la historia de su pueblo fiel. Dan testimonio de la solidaridad, de la amorosidad de acompañarse en momentos difíciles y de la esperanza que se construye en el encuentro cotidiano.
En este tiempo de Navidad, anunciamos el nacimiento de Jesús a la luz de la vida de María e Isabel. Que la historia del relato de este encuentro entre dos mujeres que se sabían hermanas en la fe y que caminaron juntas en un momento muy especial de sus vidas nos ayude a resignificar la esperanza de un tiempo nuevo.
Que sus voces nos resuenen y nos inviten al compromiso de anunciar la buena noticia de que el sufrimiento para el pueblo se va a terminar. Y que nuestras manos se sigan uniendo para transformar el presente y nos sigamos encontrando en aquel abrazo amoroso que unió a María e Isabel.
Yanina Vigna
Equipo editor