Leemos en nuestras Biblias: Mateo 14: 13 – 21
Jesús recibe la noticia de la muerte de Juan el Bautista; se aleja, necesita estar a solas con su Padre ante tanto dolor. Sin embargo, una multitud lo sigue, buscando sus enseñanzas y sanación.
Jesús deja de lado su propio dolor para atender a las necesidades de aquellos-as que lo siguen; el evangelio nos dice que se compadece de ellos-as y sana a las personas enfermas.
El día va terminando y el lugar se encuentra solitario. Los discípulos, al visualizar el hambre como un problema, proponen una solución práctica: enviar a la gente a las aldeas cercanas para que compren comida. Sin embargo, Jesús les pide que ofrezcan lo que tienen. Aunque es muy poco, Jesús lo recibe y el milagro se produce. Todos comieron, quedaron satisfechos y sobraron 12 canastas.
El pasaje nos muestra la necesidad de Jesús de estar a solas con su Padre para encontrar consuelo ante el dolor que le produjo la noticia. Muchas veces nosotros-as también experimentamos esa misma necesidad de estar solos-as, buscando tranquilidad en medio del dolor. Jesús nos enseña que la oración es lo que verdaderamente necesitamos en esos momentos, al compartir nuestros dolores y miedos con Dios.
Sin embargo, Jesús también nos enseña que al mirar a nuestro alrededor y reconocer las necesidades del entorno, podemos reaccionar y trabajar para buscar soluciones. Esto nos ayuda a no encerrarnos en nuestros propios problemas. Siempre habrá una mano que tender, una herida que curar, alguien que necesita consuelo o simplemente alguien que necesita ser escuchado-a. Esta actitud de estar disponible siempre para el prójimo-a es lo que caracteriza es la actitud de un cristiano-a.
En muchas ocasiones, también enfrentamos la tentación de querer “sacarnos de encima” rápidamente las dificultades y situaciones complicadas que se nos presentan. Sin embargo, Jesús nos pide que enfrentemos esas adversidades y que pongamos todo de nuestra parte para superarlas, incluso si parece que tenemos pocas herramientas a nuestro alcance. Si ofrecemos nuestro esfuerzo con sinceridad, amor y desde el corazón, lo poco que tengamos será transformado en suficiente por la gracia de Dios. La clave radica en hacer nuestras acciones con amor, porque es el amor en nuestras acciones lo que permite que ocurra el milagro.
Es importante recordar que la respuesta de Dios no depende de la cantidad material de lo que ofrecemos, sino de la actitud y el amor con que lo damos. Quiera el Señor que siempre demos todo con amor, para que Él multiplique lo necesario en nuestras vidas. Amén.
Cristina Dalmás
Iglesia Evangélica Valdense de Fray Bentos