REFLEXIONES – Edición Julio 2020

¿El mismo cuerpo?

 

 

 

12 El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo. Así también Cristo. 13 Y de la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu.[1]

1 Corintios 12

 

Releemos este texto tan conocido, nos volvemos a encontrar con las palabras de Pablo que proclaman que por medio del Espíritu, todxs conformamos un solo cuerpo que es Cristo.

Dice que todxs fuimos bautizadxs por el mismo Espíritu, que cada uno de los miembros de éste cuerpo es importante, fundamental en su función, y que está ligado al resto de los miembros, compartiendo el sufrimiento y la alegría. Son muchos miembros pero el cuerpo solo es uno.

En los primeros versículos (v. 13) Pablo introduce una aclaración cuando dice “todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres”, explicita que éstos grupos mencionados también son comprendidos por el cuerpo de Cristo, forman parte del cuerpo.

Pero si nos detenemos en las dos situaciones que nombra vemos que hablan de las diferencias o discriminaciones entre etnias (judíos o no judíos) y de las desigualdades profundas de aquel tiempo (libres o esclavos). Son dos ejemplos que ilustran esas  experiencias vitales que estaban atravesadas por la exclusión, la denigración, por relaciones jerárquicas, historias marcadas por diferencias convertidas en injusticias a raíz de un sistema económico y político, también sustentado en creencias ideológicas o religiosas, que terminaban ordenando las vidas de la gente.

El texto habla del cuerpo de Cristo diciendo que “todxs pertenecen al mismo cuerpo y beben del mismo Espíritu”, lo cual implica desarmar todo ese entramado de vínculos jerárquicos y opresivos para transformar las formas de relacionarse entre quienes se reconocen hijxs de Dios. Pero es interesante pensar cómo sería esto en la vida cotidiana de las personas, en los espacios comunitarios ¿Cómo haría una persona en situación de esclavitud para relacionarse de igual a igual con una persona libre? ¿Cuáles son las actitudes y prácticas que reparan, restauran y resignifican las dinámicas de los sistemas políticos, económicos, religiosos, sociales y culturales? Esas que segregan, discriminan, jerarquizan, oprimen, desamparan, empobrecen, violentan, matan.

Si traemos la mirada al presente, vemos que las cosas no cambian tanto y que hoy también son muchas las violencias que se viven y que se reproducen. Muchas personas sufren discriminaciones a diario por pertenecer a “minorías” racializadas, disidencias sexo-genéricas, migrantes, mujeres, pobres.

Mirar críticamente esta realidad nos permitirá comprender las relaciones de poder existentes, conocer cómo se configuran y ver cómo se impregnan en todos los ámbitos de la sociedad. De alguna manera nos muestra que todxs estamos inmersxs en un sistema más amplio que organiza, valora, jerarquiza y educa para reforzar su lógica de poder, convirtiendo la diferencia en injusticia.

Hay injusticias que se perpetúan a lo largo de la historia, pero también hay memorias de resistencias, de comunidades que se organizaron para sobrevivir y también para reivindicar sus existencias, se juntaron porque entendieron que las salidas a las injusticias se construyen de manera colectiva. Si buscamos en el texto y en nuestra realidad, podemos preguntarnos: ¿cómo podemos hacer más cercana la promesa de ser y vivir como comunidades-cuerpo? ¿Cuáles son las prácticas y las lógicas que tenemos que modificar para no someter ni obligar a la resignación a nadie que ya experimenta la opresión cada día? ¿Qué voces hace falta escuchar para comprender e imaginar nuevas formas de vincularnos? ¿Cuáles son las lecturas teológicas y bíblicas que potencian vínculos más parecidos al funcionamiento del cuerpo que relata el texto? ¿Qué formas de organización promueven la igualdad y el respeto real?

Que el mensaje de esperanza y justicia del texto de Corintios nos impulse a construir otra humanidad, otro mundo posible, el Reino de Dios. Que podamos saborear las señales de ese otro mundo posible, que aprendamos a potenciar los gestos amorosos y que sigamos celebrando con Orgullo para fortalecernos en este caminar. Y que no nos olvidemos que proclamar este Reino de justicia es también cuestionar-nos, hacernos preguntas acerca de nuestros privilegios e indignarnos con las injusticias, desigualdades, discriminaciones que sufren diariamente tantas personas.

 

Yanina Vigna

Equipo editor

[1] Leer: 1 Corintios 12: 12-20, 26-27

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