La pastora Carola Tron fue la primera mujer en ocupar el cargo de Moderadora de la Mesa Valdense, de la Iglesia Valdense del Río de la Plata. Luego de seis años de gestión, decidió que era momento de ceder su lugar y, en el Sínodo 2022 el pastor Marcelo Nicolau fue elegido como nuevo moderador.
En entrevista, Carola nos cuenta sobre sus seis años en el cargo, sus desafíos al haber sido la primera mujer moderadora y sobre su vida actual.
¿Cómo describirías estos seis años de gestión como moderadora de la Mesa Valdense?
-Han sido 6 años de una constante tarea, dado que la moderatura es un lugar, en general, muy exigente y también con mucha exposición, en diferentes niveles. Por un lado, está la tarea relacionada hacia lo interno de las iglesias, los mandatos del sínodo y la cuestión de la gestión en sí misma, pero, por otro lado, hacia afuera, está la cuestión de los vínculos con otras instituciones, iglesias, el lado ecuménico.
Siempre me pareció que 6 años eran mucho, más que nada para los ritmos de vida que tenemos hoy en día, los tiempos se vuelven más rápidos, más veloces. La comunicación actual es muy diferente a la comunicación que usaba una administración hace 20 años atrás. Esto hace que las expectativas y los tiempos de plazo se aceleren y que como consecuencia, el desgaste de las personas en ciertos roles sea un poco mayor. Eso fue lo que sentí al empezar y lo que ya observada desde antes, cuando también formaba parte de la Mesa, pero como vicemoderadora.
El hecho de haberme desempeñado como vicemoderadora de la Mesa anterior me dio mucha experiencia, pero, a la vez, me daba cuenta que ya no disponía del mismo tiempo necesario para dedicarme por completo a mi comunidad local donde era pastora. Con respecto a este punto, siempre recuerdo que al poquito tiempo de haber sido elegida Moderadora, la comunidad de Dolores-Uruguay-, donde era pastora, fue azotada por un tornado. Vivimos una situación totalmente imprevista y desconocida para nuestro país. Fue duro acompañar y gestionar en ese contexto a una comunidad que perdió sus instalaciones, con todo lo que eso significa como símbolo de la comunidad. Sin dejar de mencionar la situación de las personas que habían perdido sus casas, sus trabajos.
Así que, en resumen, siempre sentí que tenía una agenda muy apretada porque dentro de esos 6 años también, me tocó cambiar de comunidad y pasamos de Dolores a la comunidad de Colonia del Sacramento. Obviamente, esto requirió de energía extra. Y no fue fácil, dado que al llegar a Colonia, comenzó la pandemia y eso hizo que no pudiera conocer a la comunidad en su funcionamiento cotidiano.
¿Qué sintió haber sido la primera mujer en ser moderadora?
-En cuanto a la cuestión de género, no me sentí discriminada o en situaciones que me hicieran sentir diferente por el hecho de ser mujer, pero sí experimenté lo que denominamos “micromachismos”, cuestiones más sutiles o encubiertas, sobre todo en la manera de gestionar el poder. Creo que ahí es donde más se percibe otra forma de toma de decisiones por parte de grupos de la iglesia. No solo por parte de varones, sino a veces por mujeres que reflejan o reproducen modelos de trabajo de toma de decisiones y de una mirada del poder hacia el rol de la moderatura, opuesta a la construcción de poder que la iglesia elige en su formato de gobernanza. Es aquí, donde pienso que hay cuestiones que necesitan ser revisadas, superadas y que van de la mano con el tema de género porque creo que las mujeres podemos hacer una deconstrucción desde otro lugar y generar una construcción de poder relacionada con lo compartido, con lo consensuado, es decir con una manera contraria a lo que está tan naturalizado en nuestra cultura fuertemente marcada por el patriarcado.
¿Qué desafíos encontraste al ingresar a tu cargo? ¿de qué manera supiste o pudiste sortearlos o superarlos?
-Los desafíos no aparecieron inmediatamente al ingresar al cargo, sino que fueron surgiendo. Con el resto del equipo de la Mesa solíamos hacer chistes porque cuando lográbamos tomar definiciones o cerrar un tema luego de un largo proceso, nos decíamos: “no nos preocupemos porque ya llegará algo nuevo”. Siempre van surgiendo situaciones y lo mejor es gestionar de una manera que genere las mejores posibilidades.
¿Qué cosas aprendiste que podrías decir que te llevás para el resto de tu trabajo de liderazgo o trabajo pastoral?
-Estoy tratando de reencontrarme con un nuevo ritmo de trabajo, que por cierto, es muy diferente al que me había acostumbrado a llevar. Pero creo que las experiencias que vamos juntando por el camino siempre son buenas, positivas. Son aprendizajes…nos llevamos todo y como humanos en general, de alguna manera, todo termina siendo ganancia .
¿Hay algo que te hubiese gustado hacer o modificar dentro de tu rol, pero no llegaste a realizarlo?
-Los roles de la Mesa se van revisando permanentemente. Es difícil dar ejemplos concretos, pero una fortaleza fue el trabajo en equipo, el rol de cómo nos posicionamos con el trabajo en equipo y como esa trama se fue tejiendo. A veces nos apoyábamos mutuamente y en otras ocasiones, sentíamos que podíamos tomar la posta. Es importante lograr un equipo, sino, probablemente, nos perdamos en el camino. La multiplicidad de dones es grande y no se pueden abarcar desde una sola persona.
Finalmente, ¿cómo continúa tu vida ahora? Tanto la personal como la pastoral.
-En este momento estoy con más tiempo para enfocar mi mirada en las comunidades. Así también, surge un tiempo más creativo para pensar por dónde pasan las situaciones de necesidades y por dónde hay que buscar.
Estoy volviendo a tener un espacio personal para retomar vínculos, amistades y visitas familiares. Tengo el reloj más distendido. También retomaré algunas facetas de mi vida vinculadas al trabajo con las manos, buscando reconectar desde otros lugares en mis momentos libres.
Entrevista: Verónica Biech, Encargada de la Secretaría de Comunicaciones IEVRP