Lee en tu Biblia: Juan 15:26-27; 16:4b-15.
Este texto siempre representa para mi un desafío, y si tanto miedo me da, debe ser porque nunca termino de “pasarlo por la panza” y una vez más me provoca.
Las primeras palabras (15:26 y 27) deberían tranquilizarme, el Espíritu vino para enseñarme. Pero la inquietud sigue, lo que me va a enseñar es lo que mi corazón duro no pudo entender todavía de las enseñanzas de Jesús. Y por lo poco que sé, esto es: “hasta que no pongas en acción –en práctica- las enseñanzas es porque no entendiste” (la práctica de Jesús en los capítulos anteriores nos habla de servicio: lavado de pies, dar frutos en su proyecto).
Y entonces empiezo a leer, buscar. La comunidad de Juan está pasando un momento muy difícil, ya no solo se da testimonio de la muerte de Jesús, ahora (cap. 15, 16…) se está hablando del sufrimiento de los y las discípulas. Por un lado, son expulsados de las sinagogas y vistos como un peligro por los rabinos y doctores de la Ley. Las enseñanzas de Jesús vividas por la comunidad son contrarias a las enseñanzas excluyentes y discriminatorias de los fariseos. Y por otra parte, los principales sacerdotes colaboran y se acomodan al sistema imperial al que Jesús denunció con su práctica de atención y servicio a las víctimas del ese sistema. El judaísmo también está siendo perseguido por el imperio como religión rechazada y condenada, ateos de los dioses del imperio es la muerte lo que les espera como castigo.
En esta situación, perseguidos, torturados y muertos por aquellas mismas fuerzas que mataron a Jesús, reciben el anuncio del Espíritu, que vendrá para estar a su lado, para ayudarlos, para ser su abogado defensor.
Pero… en nuestro tiempo, ¿quiénes son los discípulos y discípulas perseguidos que están cumpliendo las enseñanzas de Jesús, realizando su práctica liberadora, dando los frutos de la vivencia de su proyecto? Claro que vemos presente al padre de la mentira, claro que el imperio sigue imponiendo el mal, las tinieblas, ¿pero quiénes son los que llevan la verdad, la realidad última de la voluntad de Dios para denunciar el rechazo de su proyecto, proyecto de amor, de justicia, liberador?
Temo que no seamos nosotros y nosotras, comunidades cristianas que a veces nos parecemos más a los fariseos y aún a los sacerdotes, excluyendo, juzgando y pactando con un sistema de muerte.
Creo que los verdaderos discípulos y discípulas son todas aquellas personas que denuncian, que ponen en práctica la protección de las víctimas; lideres y liderezas en defensa de la tierra y sus legitimas dueñas, contra las grandes empresas farmacéuticas y de agrotóxicos que lucran con la muerte, contra un poder político y cultural patriarcal y corrupto que sigue matando a las mujeres, niños y niñas. También lo son todos los y las educadoras, agentes de salud que a pesar de la violencia y la ausencia de los verdaderos responsables siguen arriesgando para acompañar con amor a los y las que sufren la falta de posibilidades en barrios marginalizados. Indígenas, grupos lgtb y tantos más que sufren la violencia del poder.
Muchas de estas personas son parte de comunidades cristianas, muchas otras no, pero yo creo que a pesar de la muerte y persecución que sufren, a pesar del abandono que las propias iglesias hacemos en muchos casos, el Espíritu camina a su lado, las defiende y ayuda. Ellos y ellas junto al Espíritu seguirán trabajando para el Reino de justicia y paz. Ruego a Dios que seamos evangelizados y podamos recibir la verdad y hacer la voluntad de Dios acompañando y sosteniendo a estos hermanos y hermanas como verdaderas comunidades de amor.
Blanca Geymonat, Directora del Parque XVII de Febrero
Muy buena reflexión.
Creo nos toca muy de cerca a nuestras comunidades, nuestra «Iglesia – Institución».
Como no visualizar que las enseñanzas y prácticas de Jesús no se están llevando a cabo, de ser seres de su creación, que estamos intranquilos, con corazones duros, violencia de poder, exclusión, discriminación, tanto como los fariseos y maestros de la ley.
Esto lleva a muchos a separarse de la comunión de la iglesia por actitudes totalitarias e hipócritas.
Pero el Espíritu sigue caminando en medio nuestro.
Dios quiera se puedan visualizar estas cosas que pasa a tantos hermanos y hermanas, se vea y comunique la verdad, y nos traspase y podamos «digerir», en nuestras panzas y corazones.
Y que pueda verse, palpar, y sentir el cambio que debe producir salud a todos.
Esa es mi esperanza.
Julio Leal