Lee en tu Biblia: Lucas 4: 14-21
Proclamar buenas noticias a los pobres, libertad a los cautivos, vista a los ciegos, libertad a los oprimidos, año de la buena voluntad del Señor, es el programa de Jesús según el evangelista Lucas. Y que a continuación, en el libro de los Hechos y por el poder del Espíritu Santo, mantendrá vigente y hará que la iglesia de testimonio del mismo.
“Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes” (v 21) dice Jesús en la sinagoga luego de leer ese programa, (basado en Isaías 61,ss) dando a entender que él es el Cristo, enviado de Dios que ha comenzado un tiempo nuevo, que el Reino de Dios se ha acercado. Que en él todo eso comienza a cumplirse.
Y la tarea y misión de la iglesia es precisamente dar testimonio de lo que Cristo hizo, del nuevo tiempo que comenzó, con su vida, muerte y resurrección. Reconociendo en el tiempo presente de qué manera y a través de qué señales el Reino de Dios sigue su curso.
De allí que la iglesia es la comunidad convocada por Dios donde se proclama la buena noticia del Reino testimoniado en las Escrituras y se practican los sacramentos del bautismo y la Santa Cena como señales concretas de esa misma fe, esperanza y amor que la mantienen viva y testificante.
La iglesia no reemplaza a Cristo, porque no son sus obras las que debe proclamar, sino aquellas de Cristo. Esas acciones que por el poder del Espíritu Santo trascienden las fronteras de la comunidad visible y la invitan siempre a renovarse y reformarse despojándose de la vanagloria de querer atribuirse el poder, la eficacia y la autoría de las obras de Cristo.
La iglesia está llamada a reconocer las señales del reino en los tiempos presentes: en un gesto solidario de una vecina, en una ley que procura restaurar un grupo de personas por diversos motivos vulnerada, en una denuncia por violencia que se hace ante las autoridades correspondientes, en la voz de cantantes, poetas y artistas que invitan a pensar y amplían horizontes, y en tantas otras formas de defender la dignidad de la vida, en el trabajo, en el estudio, en las profesiones, tareas y oficios desarrollados honestamente.
Porque la iglesia no vive por sus propias realizaciones, sino porque el Espíritu Santo la suscita y sostiene en la proclamación de las obras de Cristo Jesús.
Pastor Hugo Armand Pilón