Leemos en nuestras Biblias: Juan 12:1-8
El frasco:
María, la hermana de Lázaro,
presencia de Resurrecciones
y una mesa siempre abierta,
en generosa comunión.
Ella lleva en sus manos un frasco
y lo derrama en abundancia, por completo.
En su gesto todo el amor
y todo el perfume
y toda la entrega
inundan la casa.
Nardo puro para ungir a Jesús.
Elije sus pies para derramarlo
porque evocan presencias del caminante,
huellas que perduran.
No hay palabras en la escena, solo derroche.
Y esa libra de amor que se ofrenda con gratitud.
La bolsa:
Judas iscariote, el discípulo
en la casa merodea traición.
Y en su mano una bolsa,
siempre bien agarrada.
Sus palabras irrumpen.
Son muchas.
Interrumpen el momento de comunión.
Son fuertes insultos que dispara como balas:
a María por derrochar el dinero
a quienes sufren pobreza, ofendiéndoles.
Pues en nombre de la pobreza, siempre injusta,
esconde intenciones corruptas.
A Jesús pues no honra ni cuida las ofrendas
Sino que las roba para sí.
No hay derroche. No hay generosidad.
Hay palabras de duro juicio.
Que arroja como piedras, aunque no esté limpio de pecado.
Y cotiza su enojo en trescientos denarios
que faltarán en su bolsa apretada.
Relato de una bolsa que se cierra y de un frasco que se abre.
Dos escenas en las que caben todos los contrastes entre el bien y el mal.
Nos sitúan y nos animan:
A denunciar las injusticias, la pobreza, las falsas intenciones.
A construir desde el derroche en amor, la comunión y la resurrección.
Pastora Carola Tron
Comunidad Valdense de Colonia del Sacramento, Uruguay