NOTA PRINCIPAL – Página Valdense – Edición junio 2021

La desigualdad económica un brazo potente del patriarcado

«La feminización de la pobreza», el «pinkwashing» (lavado rosa) de las marcas, la «salud menstrual», «las tareas de cuidado» entre otros términos y acepciones, han empezado a calar en los discursos tantos económicos como políticos, siendo no sólo eso (ideas, concepciones) sino que de a poco encuentran un cauce de transformación social a través de políticas públicas.

En un principio, estos análisis surgieron desde estudios de las ciencias sociales y con destacadas pensadoras feministas, pero luego se instalaron de un modo imperativo con la irrupción definitiva de los feminismos en la esfera pública, poniendo como hito de quiebre -en Argentina y en el resto de Latinoamérica- el 3 de junio de 2015 con la salida masiva a la calle bajo el pedido de «Ni una menos». En ese momento fue poner en jaque al sistema patriarcal: empezando por los femicidios (lo más urgente), la violencia simbólica, la desigualdad social, la despenalización del aborto, entre otros. Y en el año 2017, el 8 de marzo, con el Primer Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans la cuestión económica (que siempre estuvo ahí) le

estalló en la cara a un sistema que nos invisibiliza como colectivo, pero nos necesita y depende de nosotrxs para funcionar: «Nosotras paramos. Hacemos huelga, nos organizamos y nos encontramos entre nosotras. Ponemos en práctica el mundo en el que queremos vivir».

Es desde ese punto donde la perspectiva económica, la cotidiana, se hizo carne: desigualdad en las tareas de cuidados, trabajos no remunerados, ausencia en lugares y puestos de poder, a mismo trabajo distinto salario, brecha salarial, abandono de estudios por tareas de cuidado, la imposibilidad de acceder a un trabajo por estar en condiciones de maternar, son algunas de las cuestiones con las que nos chocamos a diario. Además, inmersxs en esta situación de pandemia (luego de más de un año en estas condiciones) se acentuaron de manera drástica.

Me parecía pertinente comenzar con este breve pantallazo contextual antes de adentrarnos en temáticas relacionadas a la economía feminista.

 

La brecha salarial, una marca histórica desigual

En lo que refiere a números palpables, y uno de los primeros aspectos de reclamo de la desigualdad, es la brecha salarial que existe entre varones y mujeres (más identidades feminizadas o por fuera del universo varón cis) a nivel global.

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de «brecha salarial» o «trabajo de igual valor»?

Hacemos referencia a conceptos que van de la mano y que, si bien contamos con un completo aval jurídico[1] para evitarlo, en la práctica no sucede.

Según datos de ONU Mujeres: «A nivel mundial, la brecha salarial de género es del 16 por ciento, lo que significa que las trabajadoras ganan en promedio el 84 por ciento de lo que ganan los hombres. En el caso de las mujeres de color, las inmigrantes y las mujeres madres, la diferencia es incluso mayor»[2]. Y estas cifras son correspondientes a la situación prepandemia, números que se han profundizados en este año y medio.

Es decir que, la remuneración percibida (tanto para varones como mujeres) por el mismo trabajo tiene que ser igual para cualquier trabajador. Spoiler: no sucede.

Así las cosas, si un varón accede a un determinado puesto, con la misma aptitud, capacitación y educación, una mujer percibe, de mínima, un 16 por ciento menos en su salario. Estos números hablando de empleos formales, a los que muchas mujeres no pueden acceder, y, por ende, son empujadas al sector informal de la economía. Como si esto fuera poco, la desigualdad se agranda en los casos en que tengan que maternar y así, trabajar menos horas y percibir salarios más bajos.

Otra de las causas iniciales de esta desigualdad, es la «división sexual del trabajo»[3] en la que históricamente se destina a las mujeres tareas de reproducción y a los varones las de producción. Así a las identidades feminizadas tradicionalmente se les asignaron las tareas de cuidado como parte de su responsabilidad, sin considerarlo un trabajo pero que sostiene y permite el aspecto «productivo» del sistema capitalista. Entonces, tenemos mujeres que poseen una jornada laboral de 8 horas (en el mejor de los casos) pero que no finaliza en su lugar de empleo, sino que se extiende al llegar a su hogar. Y esa labor no es remunerada.

 

La transversalidad como respuesta a una demanda urgente

Si pensamos la desigualdad salarial y laboral desde una perspectiva de género, no podemos mirar y analizar esta situación como un hecho social aislado, por el contrario, para no quedar a medio camino, la realidad nos pide a gritos poner la lupa desde la interseccionalidad.

Elaborar una posible respuesta y un abordaje para la desigualdad económica implica pensar todo un sistema de valoraciones de clase, sexo, género, étnicas, de grupos etarios, geográficos, que atraviesan y configuran al colectivo de mujeres y diversidades. Es decir, que las opresiones y discriminaciones no se basan en un estamento o en una categoría, sino que son múltiples y estas deben estar contempladas al momento de ofrecer respuestas desde el ámbito que sea (el Estado, la iglesia, ONG’s, entre otras).

Dicen las sociólogas argentinas Cecilia Levit y Silvana Mochi[4]: «Esta mirada, que conocemos como interseccional, es la que permite visibilizar todos los sistemas de dominación y, por lo tanto, las opresiones por las que están atravesadxs lxs sujetxs. De esta manera, no se trata de –ni alcanza con– incorporar una perspectiva de género aislada de las diferencias étnicas o de clase, sino que es preciso integrar y agudizar estas miradas para comprender las repercusiones específicas que estas opresiones tienen en la vida de las personas. Esta simultaneidad e integralidad resulta un desafío a alcanzar por aquellas políticas públicas que se proponen reconocer este entramado de identidades, muchas veces contradictorias.»

Desde esta visión, entonces, debemos pensar la desigualdad desde una perspectiva que abarque los distintos aspectos de la misma, no exclusivamente lo económico y considerando las opresiones y desventajas que atraviesan a las distintas realidades del colectivo de mujeres e identidades feminizadas.

 

Preguntas finales

Para concluir creo que, para pensar esta cuestión trasversalmente desde los feminismos, el tema económico no puede evadirse de su raíz y vínculo intrínseco capitalista, lo que nos plantea algunos interrogantes y debates para sumar dentro de nuestras propias comunidades y sociedades: ¿cuál es la perspectiva política para alcanzar mayor igualdad?, ¿qué rol juegan las masculinidades?, ¿qué respuestas son las posibles para cerrar la brecha?, ¿alcanza con un reconocimiento y, en consecuencia, la remuneración?, ¿el capitalismo no nos vuelve a atrapar?, ¿podemos imaginar otras formas de ser identidades por fuera de este sistema?, ¿es posible pensar en términos de igualdad dentro de un sistema opresor y desigual? Ya estamos en movimiento, algo vamos desarmando…

Finalizo este artículo, pidiendo disculpas por «apropiarme» de una disciplina que no conozco en profundidad, pero claro está, puedo dar cuenta de ella por mi propia experiencia personal-colectiva (y por supuesto, política), y dejo el cierre en manos de alguien que sí sabe de la materia, la economista argentina Mercedes D’Alessandro: «No se puede romper techos de cristal si no nos despegamos de los pisos pegajosos que retienen a la mayor parte de las mujeres en trabajos mal pagos, informales, sin posibilidades de crecimiento, en la pobreza. A su vez, romper el techo de cristal a costa de la tremenda explotación de las trabajadoras domésticas, que sobreviven con salarios míseros y sin derechos laborales, no suma en el camino hacia la igualdad. Poder trabajar pero a costa de una mayor precarización tampoco es un sueño realizado. Entonces, ¿cuál es el programa político y económico del feminismo? ¿es posible un feminismo sin demandas económicas?”[5].

 

Laura Michelin Salomon Geymonat

 

[1]     Pasquinelli, Lala (2018). Igualdad salarial: muchas leyes, pocos hechos. [Nota periodística] Economía Femini(s)ta. Recuperado de: https://economiafeminita.com/igualdad-salarial-muchas-leyes-pocos-hechos/

[2]     (2020) Todo lo que debe saber sobre promover la igualdad salarial. [Artículo] ONU MUJERES. Recuperado de: https://www.unwomen.org/es/news/stories/2020/9/explainer-everything-you-need-to-know-about-equal-pay

[3]     D’Alessandro, Mercedes y otras (2020). Las brechas de género en la Argentina. Estado de situación y desafíos [Informe] Ministerio de Economía de la Nación. Recuperado de: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/las_brechas_de_genero_en_la_argentina_0.pdf

[4]     Levit, Cecilia y Moch, Silvana (2020). Género e interseccionalidad en las políticas de empleo. [Artículo] Inclusive, revista del Inadi. Recuperado de: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2021/04/inadi-revista-inclusive-n2-122020.pdf

[5]     Rodríguez, M. (Ed.). (2017). ¿El futuro es feminista?. Buenos Aires, Argentina: Editorial Capital intelectual

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