Leemos en nuestras Biblias: Lucas 11:1-12
En cada almuerzo en familia, esta frase aparece, porque ya no incorporamos el pan con las comidas diarias. ¿Quién no ha escuchado de sus mayores decir?:
¡Ah, en casa lo primero era el pan, no podíamos comer sin pan!
¡Recuerdo de chica, tener pan ya medio viejo, calentado en el horno de la cocina a leña! ¡Qué exquisitez! Ese olorcito, la cáscara crujiente, y el centro tiernito. Y si quedaba, mamá se las ingeniaba para hacer unas ricas torrejas o un budín de pan. ¡Qué delicia!
¿Qué nos pasó? ¿no comemos pan por la dieta? Puede ser, pero también conocemos cada vez más personas para las cuales comer pan es como “veneno” (alergias, intolerancia al gluten, celiaquía).
Muchas personas en el mundo ni siquiera tienen un pedazo de pan al día.
Siempre recuerdo el testimonio de Ernesto de Colonia Delta. Cuando era niño durante la guerra le habían dicho que no había más pan en el mundo. ¡Qué alegría sintió cuando, recién llegados a Colonia, pudieron ver a través de la ventana, que en los restaurantes había pan sobre la mesa! Desde ahí, cuidó cada miga de pan de su mesa.
Cuando Jesús dice que pidamos en oración “…danos hoy nuestro pan cotidiano…”, habla de esperar por una comida sana, no solo pan, pero si fuera pan, ¿qué pan queremos?
Hoy sabemos que el pan que tenemos, y que está producido posiblemente por trigo sembrado en nuestros mismos predios, ya no es como antes. Y que muchas veces ese pan nos produce enfermedad, nos causa alergias, problemas en nuestra flora intestinal que hace que muchos de nosotras/os tengamos intolerancia al gluten, perfil celíaco o celiaquía. En mayo, en el seminario “Producción Sana-Comunidad Sana” en el Centro Emmanuel, una doctora nos hablaba de la importancia del eje intestino-cerebro, los vínculos de lo que comemos con las bacterias que están en nuestro intestino y cómo influyen en las hormonas que llegan a nuestro cerebro, y así en nuestro comportamiento. Un pediatra también lo relacionaba con efectos en personas con síndrome Trastorno Espectro Autista (TEA).
Entonces, ¿qué pan cotidiano queremos?
La invitación es a pensar, revisar, ¿qué trigo sembramos?, ¿cómo lo sembramos, cuánto fertilizante, cuántos agroquímicos le estamos agregando a esa semilla que va a ser alimento?
Y, ¿para qué lo sembramos?
¿Es solo para sacar una buena renta, o también queremos que se convierta en buena harina, que se transforme en buen pan que sea alimento?
Señor, danos hoy nuestro pan cotidiano. Ayúdanos a sembrar de tal forma que podamos cosechar granos sanos que se transformen en harina y pan de vida para todas y todos. Amén.
Raquel Malán
Centro Emmanuel
Muchas gracias Raquel, muy linda reflexion.