Leemos en nuestras Biblias: Juan 1:1-9, 10-18
La creación toda es obra de Dios; Juan 1: 1-5 lo explicita claramente: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”. Los versículos 1 al 4 se refieren a la aparición de la vida y a la luz primando sobre las tinieblas.
Los versículos 6 al 8, mencionan la función que tuvo el ministerio de Juan el Bautista, hijo de Zacarías y Elisabet, enviado por Dios para que diese testimonio de la luz verdadera, que alumbra sin distinciones y que llegaba a este mundo. Juan tenía como misión preparar el camino para la tarea de Jesús, la luz verdadera.
En los versículos 12 y 13 aclara: “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” No todas las personas recibieron y reconocieron a Jesús, pero quienes sí lo hicieron, Jesús los consideró hijos e hijas de Dios.
El “Verbo hecho carne”, Jesús que habitó entre nosotros lleno de gracia y verdad, como ser humano y miembro de la comunidad, revelando su gloria como unigénito del Padre (versículo 14), estuvo después de Juan pero antes también (versículo 15), porque era primero que Juan. Su intervención y acción no tienen principio ni fin.
Los versículos 17 y 18 recuerdan que Dios dio la ley por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, quien dio a conocer a Dios.
Estos versículos nos desafían a aceptar a Jesús, y en esta aceptación, a vivir de acuerdo a sus preceptos y su ética. El desafío es la acción y la misión sin fronteras, en la enorme diversidad que nos rodea. Es un concepto tan amplio que a veces no logramos verlo en su totalidad, tal vez porque estamos demasiado inmersos en nuestra realidad cotidiana, rodeados de nuestros semejantes y alejados de los diferentes. Referirse a Jesús como el Verbo indica acción, movimiento y misión. Sin límites. Él es luz, verdad, vida y fuente de gracia.
Estela Amús
Maestra jubilada. San Salvador, Uruguay.
Muy importante reflexión: Aceptar a Jesús .El vino a morir derramando su sangre en la cruz por nuestros pecados,para que nosotros confiando en su sacrificio podamos ser limpios del pecado.Nadie está obligado,pero quién se reconoce pecador y va a él con arrepentimiento y de,es limpio de sus faltas ante Dios .