Leemos en nuestra Biblia: San Juan 14:8-17
El pasaje comienza con una intervención de Felipe, que más que una pregunta parece casi una demanda tanto individual como colectiva: “Señor, déjanos ver al Padre, y con eso nos basta”.
Juan 14:8
El pedido de Felipe representa el de muchos y muchas a través de los siglos: si Jesús nos pudiera mostrar a Dios de tal o cual manera, nos daríamos por satisfechos y satisfechas. ¿Por qué no podemos tener acceso a Dios de un modo más palpable y claro? ¿Acaso si así fuera no sería más fácil el asunto de la fe?
Hoy nos toca mirar y volver a Jesús, la humanidad y cada uno de nosotros nos hemos quedado en la pregunta de Felipe, vivimos juntos pero separados, vivimos juntos pero en soledad.
Mirar a Jesús implica volver a confiar vivir y permanecer en Él, volver a mirar al Hermano que está a mi lado y caminar confiado donde las dudas se disipan en la FE.
La fe (“creer”) también produce obras aún mayores que las que Jesús hizo (vv. 12-13). ¿Cómo será esto posible? Primero, si tú crees, dice Jesús, que las obras que Jesús hizo fueron por el poder del Padre, las haremos también nosotros y nosotras porque creemos que el Padre radica en Jesús (v. 12a). Más bien, serán mayores porque Jesús intercede por nosotros y nosotras ante el Padre (v. 12b). “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré” (v. 13a). Bajo la autoridad (“en mi nombre”) de Jesús, de quien más adelante (Juan 18 al 20) aprendemos que será “glorificado” a través de su muerte y resurrección (véase Juan 17:1-5), Dios responde a las plegarias de Jesús por la humanidad porque traen aún más gloria a Dios (v. 13).
La mejor manera de interpretar este texto es entender que Jesús sabía que el tiempo que tuvo para realizar su ministerio fue corto. Hubo muchas cosas que no tuvieron tiempo de hacer en su corta vida. Pero nos dejó su legado y el don de imaginar nuevas posibilidades en los contextos históricos y culturales que nos tocaron.
Quiere decir que no estamos congelados y congeladas en el pasado, sino que Dios nos regala la posibilidad de hacer cosas nuevas en su nombre, por ejemplo abolir la esclavitud, promover nuevas posibilidades de realización y servicio para las mujeres o cuestionar a los imperios de turno.
Jesús no siempre nos “muestra” al Padre como quisiéramos. Dios no siempre se ajusta a nuestras expectativas. El consuelo que trae el Espíritu no siempre nos resuelve todas las dudas ni nos cura de inmediato las heridas absurdas y profundas de la vida. A veces, como Felipe, le pedimos a Dios que se manifieste sin darnos cuenta que lo tenemos delante nuestro. Otras veces queremos ponerle condiciones o pedirle que se muestre de un modo diferente al camino humilde y sencillo de Jesús. Sin embargo, cuando aprendemos a ver a Dios en Jesús ya recibir el regalo inefable de su Espíritu en nuestras vidas, se nos va abriendo el camino a esas “obras mayores” (v. 12) de justicia y de amor que son el desafío de nuestro tiempo y nuestro lugar. Como iglesia en Pentecostés nos compete pedirle al Padre en el nombre de Jesús.
Raúl Romero
Coordinador de la Junta Unida de Misiones (JUM)
Hermosa reflexión Raúl, que toca el nervio de nuestro tiempo y nos confronta con nuestras expectativas, inseguridades, angustias e incertidumbres humanas, con esa casi exigencia de poder „palpar a Dios“. El camino es abrirnos a su Espíritu divino y dejar que actúe en nosotros a través de Jesús para servir a nuestros hermanos y hermanas.
Que el Espíritu de Pentecostés nos ayude a abrir nuestro corazón.
Gracias Laura lo importante es volver la mirada de Jesús. Y como decís palpar al Dios que nos sostiene y nos abraza con su amor.. El señor nos ama profundamente si descubrimos ese amor viviremos en constante alegría..
Gracias Raúl JUM