Lee en tu Biblia: Juan 20:19-31
Si no lo veo no lo creo. Esa fue la reacción de Tomás, uno de los discípulos, cuando le contaron de la aparición de Jesús resucitado.
La resurrección de Jesús tiene cierto halo de misterio que no se puede ignorar. No es casualidad ni de modo alguno extraño que hubiera dificultades para creer en Tomás, como en otros discípulos y en otras discípulas. Jesús se le aparece nuevamente, estando él presente y sentencia: “dichosos los que creen sin haber visto” (Jn. 20.29) de alguna manera anticipando lo que viene, la FE en el redentor, tendrá que crecer y difundirse sin verlo, habrá que confiar en la palabra y el testimonio, sin ver con los ojos. Será necesario ver con el corazón, sentir la presencia del Espíritu divino en el milagro de la comunión y la comunidad.
En el tiempo que nos toca, vivimos en la época de la imagen, donde todo es visual, donde todo pasa por la imagen, incluida la fe, muchas veces. Pareciera que ya no alcanza con la palabra. Hay que dotarla de colores y adornos, de íconos y llamadores, de posters y banners, de videos y coreografías, de objetos supuestamente santos que nos conecten simbólicamente con la divinidad. Mucho me temo que, en ese batiburrillo mediático, la simpleza del evangelio queda demasiadas veces contaminada por los intereses, miserias y prejuicios humanos, que, por lo general, más que liberar e iluminar, generan opresión, manipulación y oscurantismo.
Por eso, hoy más que nunca, es necesario pedir claridad, inspiración, discernimiento, al Espíritu de la Verdad, para que nos libre de toda superstición, ocultamiento o engaño que cautive nuestras conciencias y nos separe de la gloriosa libertad que Cristo ganó para nuestras vidas. Que nuestra fe sea simple y sencilla, profunda y específica: El Cristo Resucitado camina junto a nosotros y nosotras, por EL es nuestra esperanza, sólo en El depositamos nuestra confianza. Solo en El creemos, porque es nuestro libertador.
Marcelo Nicolau, pastor valdense
Paysandú. Uruguay.