Leemos en nuestras Biblias: Lucas 12, 49-56
A medida que crecemos, descubrimos que lo que pensamos como señales universales que todas las personas pueden entender, en verdad no lo son. Ni siquiera las señales de tránsito lo son, ya que las mismas cambian según la geografía donde nos movamos.
Algo así con el texto que vemos ahora. Un universo de señales, signos y reglas que se suponen universales para el momento; universalidades muchas de ellas impuestas, desde una cultura fuerte e imperial como lo era la romana con sus gestos de la guerra y el sacrificio (espadas, legiones marchando, cruces donde colgar a sus detractores y otras más).
En ese contexto, un Jesús que necesita señalar no sólo la nueva vida que el Reino trae, sino también el compromiso que esto trae aparejado. Un compromiso que inevitablemente alejará a sus seguidores de la “norma y la regla” de comprensión habitual que el Imperio imponía a sus súbditos como por ejemplo el concepto de “paz” bajo el dominio de la fuerza de sus tropas. Una paz que acostumbraba, atemorizaba y adormecía los sueños y deseos de todo un pueblo.
Tanto los judíos de aquel entonces, como nosotras y nosotros hoy en día, nos vemos tironeados en este trance: entre el acostumbramiento de lo que “va mal, pero siempre se hizo así…” a la novedad del Reino y el seguimiento a Jesús. ¡Cuánto más fácil! nos parece por momentos, vivir una vida alejada de la responsabilidad del seguimiento a Jesús. Claro, una vida donde el abrigo de Su amor, la ternura de los gestos comunitarios y la solidaridad de cuerpo están ausentes. Una vida donde tu ocio creativo es solo tuyo y no se comparte, no se ve, ni se conecta con nadie ni nada.
Vivir en definitiva, en la fantasía de no conflictuarnos más allá de lo que nos pase en nuestra vida. ¿Cuál es la alternativa para esto entonces? Para quienes hemos aceptado la gracia de ser discípulas y discípulos, reconociendo que la única paz duradera viene de manos de Cristo, poner nuestros ojos en Jesús, como dice el apóstol, ir en pos de la carrera que tenemos por delante. Ser claras señales del Reino por venir, sabiendo que son los vínculos y afectos que el Evangelio propone los que nos regalan una vida plena y abundante.
Pastor Leo Félix
Iglesia Metodista de Almagro, Buenos Aires.