Una vez más, el Dios de la Vida, nos regala la posibilidad de transitar este tiempo del recibimiento de la Promesa del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, esa tercera dimensión de Dios, que también es Padre, es Hijo. Ese Dios que es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, que es el Dios de Plenitud, es ese Dios que es nuestro Padre y Madre. Ese Dios que no ha dudado en acompañar, y establecer pactos con la humanidad (sus hijos e hijas), sólo por AMOR, Amor tan infinito que entregó a su propio Hijo en la Cruz, para redención de nuestros pecados por medio de la Resurrección.
Espíritu Santo, esa promesa hecha realidad en aquellos primeros cristianos desorientados ante la ascensión del resucitado, promesa que se presenta según lo menciona el texto, como lenguas de fuego, Imagen muy significativa, pues el fuego destruye, quema, separa un tiempo viejo, para dejar nacer un tiempo nuevo, al hombre pecaminoso, para dejar nacer al hombre nuevo. También nace la nueva comunidad Cristiana, en la que se reúnen para compartir entre todos y con todos, sus bienes materiales, y sus dones, donde también oran y alaban al Dios Creador.
Llegamos a nuestros días, y si damos una mirada por este mundo que se nos ha prestado para cuidar, observamos que como mayordomos no lo hemos sabido atender con dedicación y con Amor. Han aparecido en escena muchos dioses que encandilan y nos han hecho desviar del camino. Hemos perdido el Amor a la madre Tierra, atacándola de múltiples formas, nos hemos olvidado de nuestro prójimo, y lo que es peor, hemos dejado de amarnos a nosotros mismos.
Pero hay algo que permanece, que no se pierde, que nos acompaña siempre y en todo lugar, es el Amor y acompañamiento de Dios a través de su Espíritu Santo. Ese Dios que cada día nos regala la VIDA sólo porque nos ama, porque somos sus criaturas frágiles y finitas, débiles y vulnerables. Que cada día nos regala un cielo nuevo, y una tierra nueva, y un camino nuevo para transitar bajo su guía y acompañamiento.
En este tiempo de Pentecostés, Cristianos todos, estamos invitados a revisar nuestras vidas, y nuestras hojas de ruta, para nuevamente transitar ese camino nuevo bajo la fuerza y orientación del Espíritu Santo, quién nos guiará con la sensibilidad del Amor y la Justicia que sólo proviene de Dios.
¡Celebremos este tiempo de Pentecostés en Comunidad y en armonía!
Por Mesa Valdense, Orlando Allio