El 17 de febrero recordamos que en 1848, por primera vez en su historia, el pueblo valdense tuvo libertad civil, después de más de seis siglos de persecución, intolerancia y clandestinidad. Desde entonces y hasta ahora, la palabra LIBERTAD se asocia a este hecho histórico, como una llama que se eleva al cielo, en un mensaje de victoria luego de tantos años de lucha.
Hoy vivimos esta fiesta con alegría por los hechos del pasado, pero sobre todo como reflexión y compromiso para el presente y futuro. La Libertad, como también ocurre con otros conceptos fundamentales como amor y solidaridad, es una palabra parasitada por personajes y poderes que la vacían de contenido para volverla mero discurso y llenarla de hechos y acciones que lejos están de constituir acciones y formas de libertad. En su nombre se atropellan derechos, se destruye la creación y se reinventan las peores prácticas de la historia humana, con los instrumentos tecnológicos aplicados al control, seguimiento, espía y persecución de las personas, en todo el mundo. Por eso conviene recordar las palabras de Jesús, que nos enseña que no se trata de palabras sino de acciones (Mt.7,21-23) y que en todo caso, es por los frutos por lo que podemos conocer (Mt. 7.15-20).
En este 17 de febrero volvemos a reafirmar la Libertad, como un principio fundamental a defender, promover y practicar, como personas, comunidades e iglesias. Que suene fuerte nuestro canto:
Es cierto,la libertad se vive,no solo se proclama, pero también es respecto, nuestros derechos terminan cuando empiezan los de los demás esa es una libertad compartida. Qué nuestro Señor nos acompañe en esa tarea.