NOTA PRINCIPAL – Página Valdense – Edición mayo 2021
Vidas que reclaman soberanía
Si miramos la realidad de nuestra región y de toda Latinoamérica nos encontramos con un panorama de grandes desigualdades socio-económicas, atravesadas por la discriminación sexo-genérica y racial. Las estadísticas públicas al respecto no hacen más que dejar en evidencia números que representan las violencias que afectan a tantas personas y que son producidas por estructuras económicas de miseria y políticas opresoras.
Los cuerpos y los territorios son vulnerados, violentados y explotados sistemáticamente por un modelo consumista y extractivista capitalista que solo ve recursos disponibles donde en realidad hay vidas humanas y no humanas que reclaman soberanía. La Creación toda es víctima de la violencia sobre la cual se establecen las relaciones sociales y culturales en nuestros países, lo cual es un reflejo de un sistema que funciona de esta manera a nivel mundial.
En este contexto hablar de soberanía parece un anhelo lejano, pero sin embargo queremos resonar y amplificar las voces que reclaman a diario otras formas posibles de vivir, con más autonomía, dignidad, goce, libertad. Diversas comunidades organizadas son las que nos desafían a reflexionar sobre las alternativas existentes para paliar la sumisión en la que se encuentran los cuerpos y la naturaleza, intentando transformar la realidad tejiendo redes solidarias que den sustento diario para el buen vivir. Su tarea consiste no solamente en defender lo poco que se tiene, reivindicando su soberanía, sino que buscan las formas efectivas que potencian e invitan a la lucha colectiva.
Mientras que se siga perpetuando la lógica de la explotación de nuestras tierras para producir más en menos tiempo, concentrando todo en manos de unos pocos; mientras que se ejerza control sobre nuestros cuerpos, se los adoctrine para no salirse de la norma y sólo sean útiles como herramienta de trabajo; mientras se exija que las mujeres produzcan a igual demanda cuando están gestando, amamantando y criando; mientras esto ocurra, tenemos el compromiso de ensayar alternativas superadoras porque su construcción representa nuestro horizonte de esperanza. La lucha colectiva y organizada por la soberanía tiene muchos y variados frentes, lo urgente y lo necesario marcan la agenda, pero también tenemos el desafío de reivindicar nuestro derecho al goce y al placer como soberanía de nuestros cuerpos, que en definitiva es el territorio donde todo sucede, donde todo acontece.
La idea de vidas soberanas, casi en contraposición a las vidas que reclaman soberanía, guarda relación con un modo de vida en el que construyamos vínculos desde la equidad, no sólo con nuestxs pares, sino con toda la Creación; es vivir en armonía y equilibrio. Lo colectivo, en este sentido, es indispensable. Las lógicas individualistas que relacionan de manera directa el esfuerzo con la recompensa o el trabajo con lo merecido, no tienen lugar.
Cuando hablamos de soberanía, también pensamos en la soberanía alimentaria. Este pasado 30 de abril se celebró en Uruguay el día de lxs trabajadorxs rurales, una fecha que nos invita a sentipensar en las mujeres campesinas y sus roles fundamentales en la construcción de procesos de soberanía que alimentan nuestros cuerpos. A lo largo de la historia las mujeres fueron invisibilizadas como sujetas de derecho capaces de tomar decisiones, más aún en territorios donde se magnifican los trabajos en relación a tareas rudas asociadas a los hombres. En este contexto, el feminismo y la perspectiva de género emergieron como eje de análisis para entender el concepto de soberanía alimentaria, lo rural y la participación de las mujeres en el desarrollo. Al hablar de soberanía alimentaria, es fundamental atender las necesidades de las mujeres que ayuden a atender las distintas problemáticas de la vida rural. Fue Karl Marx quien dijo que «el trabajo dignifica», más seamos críticxs ante esta afirmación, teniendo en cuenta que será digno en tanto se respeten los derechos de cada persona, que cada paga sea justa, que cada persona sea tenida en cuenta. Cada reclamo por derechos vulnerados, por paritarias, por reconocimiento, habla de esas vidas explotadas que reclaman soberanía.
Por otro lado, la espiritualidad es un aspecto importante en este planteo. No podemos dejar de buscar y ensayar alternativas contrahegemónicas, que nos ayuden a romper estructuras que nos mantienen inmóviles; necesitamos sabernos acompañadxs, sostenidxs, abrazadxs para quebrar el silencio cómplice de las injusticias, explotaciones y violencias.
Equipo editor