Te invito a jugar. A imaginarte que te mudaste a un lugar más chico, al que trajiste lo imprescindible para tu vida ¿Qué cosas mudaste contigo?
Sigamos imaginando. Una noche te despiertan gritos, humo, y te das cuenta que hay un incendio. Segundos para salir ¿Qué te llevarías?
En base a lo que llevamos en el juego podemos visualizar nuestras prioridades. ¿Dónde está tu corazón? o ¿qué o quién lo habita?
Hace poco, en un panel de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas, el pastor Néstor Míguez decía que frente a la situación que atraviesa la Argentina, hace falta crear ateos de este sistema. Es así, hoy en día el mercado exige sacrificios humanos. Estamos asistiendo al sacrificio de muchos hermanos y hermanas a ese dios del mercado.
Hay quienes no tienen cubiertas las necesidades básicas, están sin trabajo o con trabajos riesgosos para su integridad. Algunos se enferman y otros mueren por la falta de adecuada atención de la salud. Carecen de acceso a la educación y la cultura, a la oportunidad de recreación, etc. Otros ofrecen en sacrificio buena parte de sus vidas, dos horas para llegar a un trabajo en el que entregan otras diez por salarios bajísimos.
El sistema va aniquilando la solidaridad y la posibilidad de construcciones colectivas capaces de defender a las personas que atraviesan las situaciones más vulnerables o el acceso a derechos. Sí, buena parte de la vida se va para alcanzar acceder a…. lo que el mercado dice que necesitamos. Tener para ser. Aparecer para ser. Vidas entregadas por el afán de consumir o de figurar hoy. No importa la exclusión. Tampoco parece importar el mañana, mucho menos el dentro de diez años. Podemos constatarlo en la poca importancia que se da a las alarmas encendidas sobre el cambio climático.
¿Quién o qué está en nuestros corazones? ¿Realmente nos preocupa la Vida? ¿Cuál es el mandamiento mayor? ¿ese que realmente fija nuestras prioridades?
Amar a Dios. Tal vez necesitamos volvernos ateos, también quienes decimos ser cristianos/as.
Amar al prójimo. En qué tiempo, con qué energías si se las entregamos al dios mercado. Es en el prójimo desde donde Jesús nos llama todos los días; el Dios de la vida durmió en la calle, revolvió la basura, pide en la puerta del supermercado, migró y no tiene familia ni lugar en nuestra tierra. Crear lazos de solidaridad, hacernos familia, puede ser lo más transformador de esta realidad y testimonio de Aquél que habita nuestro corazón.
Pastora Viviana Pinto