Reflexiones sobre Mateo 25:31-46
Esa tarde, al salir del mercado, el aire frío de la calle nos golpeó en la cara. Mi amiga me invitó a entrar nuevamente y me pidió que la esperara. Al rato, regresó sonriente con dos vasos de telgopor llenos de chocolate humeante. Pensé que eran para nosotras, pero ella salió muy campante a la calle con los dos vasos. Se dirigió directamente a dos cuidacoches que se encontraban congelándose a la intemperie. Sin decir nada, les entregó a cada uno un vasito con chocolate caliente. Inmediatamente, ellos rodearon los vasitos con sus manos y no sabían cómo agradecer el gesto. Mi amiga y yo continuamos nuestro camino y nunca más hablamos de esto.
Cuando leí el relato en el evangelio de Mateo sobre cómo seremos juzgados, recordé aquella tarde a la salida del mercado. Claro, hay muchos ejemplos de dar de manera desinteresada y también de los otros, de cuando damos para que se nos reconozca. Pero quería compartir este ejemplo sencillo de empatía, de la capacidad de ponerse en el lugar de otras personas y seguir adelante sin esperar reconocimiento.
Mateo cuenta que Jesús dijo, de manera particular a través de ejemplos concretos, que Dios nos juzgará según nuestra respuesta a la necesidad humana. El juicio de Dios no depende del conocimiento adquirido, la fama o la riqueza, sino de la ayuda que hemos brindado.
Pero, ¿cómo debe ser esta ayuda? Debe ser una ayuda en las cosas sencillas. Los ejemplos que elige Jesús son hechos simples que cualquiera puede hacer: dar de comer a alguien que tiene hambre, dar de beber a quien tiene sed, acoger a un extraño, visitar a quien está enfermo o en la cárcel. No se trata de hacer obras de caridad con mucha prensa ni mostrarse en las redes sociales; se trata de brindar ayuda a las personas con quienes nos encontramos todos los días.
Esta ayuda debe ser desinteresada, natural y empática, ya que, según Jesús, cuando nos damos esperando agradecimiento, eso solo es egoísmo disfrazado, no generosidad. Jesús afirma que está entre nosotros, especialmente en aquellos que padecen carencias de sus necesidades básicas.
Nuestra relación con Dios depende de nuestra relación con otras personas y, sobre todo, con aquellas que sufren la injusticia de este mundo debido al desorden social en el que habitamos.
Margit Bertinat Fischer
Maestra
Colonia Valdense