ESA SINRAZÓN QUE SE LLAMA CORDURA

«Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderlo, porque decían: ‘está fuera de sí’. Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios, echaba fuera los demonios»

Marcos 3: 20-22

«¿Cuándo se pierde el juicio si no es ahora?», preguntaba Leon Felipe. Y pruebas tenía varias en su España que salía de la cruel Guerra Civil para meterse en la terrible dictadura de Francisco Franco. Exiliado en México ve a su país desangrarse, llenarse de cárceles y de represión, y a su continente europeo entrar en la Segunda Guerra Mundial. Razones tenía para preguntarse «¿cuándo se pierde el juicio»? ¿cuándo si no es ahora que la justicia vale menos que el orín de los perros»? «¿cuándo si no es ahora»? en que «en nombre de Cristo,con la efigie de Cristo prendida al pecho», el dictador reparte «castigos y premios» y se pone en el lugar de quien da y quita la vida. Y León Felipe se lamenta de que «no hay locos». Se lamenta de que uno pueda no enloquecer viendo semejante desquicio. «Todo el mundo está cuerdo, terrible, horriblemente cuerdo». «Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto».

¿Qué es la locura y qué es la cordura?

«El mensaje de la cruz es locura para los que se pierden» dice el apóstol Pablo a los Corintios (I.Cor 1.18). El mensaje y la vida de Jesús parece ser locura para «los suyos», seguramente sus parientes, sus amigos más cercanos, los que lo vieron crecer y esperaron que fuera un carpintero como su padre, un vecino como tantos, un maestro como hay muchos. «Tu madre y tus hermanos están afuera y te buscan», le dicen aquellos que le fueron a avisar (Marcos 3:32). Seguramente también pensaban que estaba loco. Lo habían visto llamar a sus primeros discípulos prometiéndoles que los haría «pescadores de hombres», habían oído que desafiaba las leyes indiscutibles, enseñaba en la sinagoga con asombrosa autoridad (Mr. 1: 27), echaba fuera demonios, tocaba a un leproso(Mr. 1: 41), perdonaba pecados (Mr. 2:5), comía con los publicanos y los pecadores (Mr. 2: 15s), cuestionaba el ayuno como práctica solamente ritual(Mr.2: 18s), daba un nuevo sentido a la observancia del sábado (Mr. 3: 1-6). Francamente estaba fuera de sí. Esos gestos eran señal de un reino que está fuera de este mundo.

Estaba fuera de sí para «los suyos», «su madre y sus hermanos» que seguramente querían para él una vida más sosegada, más funcional a los usos sociales, menos cuestionadora. También los escribas lo creían fuera de sí, pero su diagnóstico era más condenatorio. Para ellos estaba endemoniado. Ya no es alguien a quien se trata con cariño para que «entre en razones», sino un enemigo peligroso a quien hay que empezar a combatir. Y la mejor forma de empezar es desacreditándolo, volviéndolo también un enajenado a los ojos de los demás. Escribas venido de Jerusalén. Ya el caso amerita apelar a las jerarquías.

Bienaventurados los locos

De acuerdo a esa cordura Jesús está loco, bendita y sanamente loco. Predica locuras como que es necesario volverse como niños para entrar en el Reino de Dios, porque el Señor revela a ellos los secretos que esconde de sabios y entendidos. Dice que es necesario ponerse en el lugar del que sirve a los demás, amar a los enemigos, capaz que llega a decir que un samaritano se vuelve un prójimo al que hay que imitar, que los publicanos y las prostitutas van antes en el camino al Reino de Dios. Hasta puede pasar que llegue el día en que expulse a quienes prestan el servicio de vender palomas en el templo y cambiar dinero para dar la posibilidad de presentar ofrendas. Llegará el día en que sea capaz de entregar su vida en la cruz, de despreciar la oportunidad que Pilatos le da de evitarla y en medio de la agonía orar pidiendo perdón para quienes lo matan, porque «no saben lo que hacen».

El mundo cuerdo de los escribas de Jerusalén, la España cuerda por la que llora León Felipe, y la cordura de la posmodernidad que habitamos siguen encontrando en el Evangelio de Cristo una cuota de locura que la hace incompatible con la vida de este mundo. Para vivirla es necesario nacer de nuevo, y nacer del Espíritu. Y para nacer de nuevo, es necesario morir a la vieja forma de ser. Hay que nacer de nuevo para afirmar que es posible vivir en paz, que el dinero no es señor y salvador, que por encima de nuestros inmediatos intereses está el amor a lo creado y al Creador. Hay que estar fuera de sí para poner su vida por los demás, para perdonar, para dar de lo que «es mío». Es necesario nacer de nuevo, convertirse, enloquecer es necesario.

Tomado de Cuestión de Fe, AÑO VIII No 109, JULIO, 2018

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.

Un comentario

  1. Excelente, tanta verdad sirve siempre .
    Siempre se lo ve a Jesús fuera de lugar ,¿ será que la locura es necesaria? , ¿que el mundo está enfermo de tanta cordura?.
    Bendita manera de enseñar tiene el Señor!.
    Hoy los que viven sin Dios están haciendo un mundo frío , calculador, enfermo, egoísta, el salvesé quien pueda, aun a coste de……
    Es vida tener conocimiento de la Palabra, sin ella caemos en un abismo .
    Y no solo caemos sino que confundimos y llevamos a muchos con nosotros, ¡que triste!.
    La riqueza es el tesoro escondido que nos habla Jesús.¡de que vale las cosas materiales si no tenemos y vivimos la fe ! , se llega a vivir en libertinaje.
    Creen ser felices y van a la verdadera locura que es vivir sin Dios , fuente de vida y vida en abundancia.
    La verdadera fe da : libertad , entendimiento , piedad, compasión , amor misericordioso, todo lo bueno. viene de Dios.
    Ojalá muchos o todos los corazones comprendan la locura de la cruz que nos redime a cada instante, para que nacer de nuevo sea nuestra
    petición al Señor y podamos ser como niños en sus manos.
    ¡¡¡Dios siga bendiciendo al mundo!!!

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