El pastor Eugenio Bernardini de la Iglesia Evangélica Valdense de Italia, es el actual moderador del ala italiana y estuvo presente en la 56° Asamblea Sinodal Rioplatense. En diálogo con el Equipo de Prensa Sinodal, nos dejó sus impresiones acerca de la realidad europea de la Iglesia y del vínculo con nuestra región.
No es la primera vez que visitas el Río de la Plata en tu rol de moderador.
-Es mi séptimo y último año de servicio como moderador. Estuve solo dos veces en Uruguay, participando del Sínodo.
¿Qué diferencias encontraste entre las dos visitas?
-Yo estuve aquí en el 2015, hace cuatro años. Visité el museo de Colonia Valdense y obras sociales de la zona. En ese sentido vi que hubo un trabajo por mejorar las infraestructuras. En el Museo, por ejemplo, vi una presentación mejorada del acervo y con más información: esto significa que se sigue trabajando bien, trabajando en proyectos y en mejoras en diferentes lugares de la Iglesia. A nivel de la institución, como pasa en Italia, lo que se ve es que la situación en el Río de la Plata sigue siendo de fragilidad y dificultad. Con otros números, que hacen la diferencia, pero los desafíos y los problemas son comunes: problemas de membresía, problemas de vocación a todos los niveles, de personas preparadas para la misión cristiana y para vivir la vida de la iglesia que para nosotros los valdenses, está caracterizada por un sistema de democracia, de participación, de comunión, de sacerdocio universal. Son principios muy importantes, pero se dificulta la vivencia de los mismos, cuando nos apuran los números. En Italia tenemos el mismo problema, y lo que vemos, por ejemplo cuando habló la delegada de la Iglesia de Escocia durante este Sínodo, es que se trata de un problema común a toda Europa.
Pero el desafío de la misión cristiana sigue siendo siempre el mismo: como ser testigos de Cristo en nuestros contextos. Cómo vivir la esperanza y el amor de Cristo, no solo en la iglesia, no solo en la familia, sino en la sociedad.
¿Cómo trabaja en este testimonio la Iglesia Valdense en Italia?
-En estos años, veo que el compromiso de la Iglesia Valdense en Italia está siendo más reconocido a nivel de opinión pública y de instituciones civiles y políticas, sobretodo porque hemos comenzado proyectos importantes a nivel ecuménico, y socioculturales. A nivel social, particularmente, atendiendo la emergencia – como siguen diciendo en Italia y Europa – de la migración que llega sobretodo de África y de Medio Oriente. Los números hablan de una migración aún mayor proveniente de Europa oriental, pero la primera es la más afectada por la ideología del rechazo a quienes inmigran, por parte de la población italiana. Un proyecto que llevamos adelante fue darle asilo a poco más de 1500 personas refugiadas de la guerra de Siria, a través de los corredores humanitarios, proyecto en colaboración con el Estado italiano y con una organización católica. En la misma línea, tenemos un fuerte compromiso con el seguimiento, socorro y salvataje de vidas humanas en el Mar Mediterráneo, a través de la iniciativa Mediterranean Hope. La diaconia valdese en estos años empezó a trabajar con fuerza en la integración de personas que vienen de otros países: más de 600 personas han participado de nuestros programas de recepción e integración con resultados bastante positivos. Además hay nuevos proyectos, no ya de una diaconía institucionalizada, a través de centros y hogares, sino una diaconía en la calle o en la casa de las personas que necesitan ayuda. Tenemos una palabra en italiano: domiciliarietà (a domicilio, en contexto). Significa ayuda en la casa, por ejemplo, para tener la casa limpia o cuidar de la salud de personas ancianas. Es una cultura nueva porque ayuda a las personas a quedarse en su propio contexto y colabora con las familias en tener una mayor responsabilidad hacia la parte más frágil: ancianos, personas con discapacidad. Es un desarrollo muy importante de una nueva manera de entender la diaconía en la iglesia.
Puede ser algo similar al trabajo en contexto que se viene realizando en el Hogar Nimmo en la ciudad de Colonia del Sacramento (Uruguay), que atiende a la infancia y está apostando al trabajo en los hogares con las familias.
-Puede ser. He visto también en el Sarandí Hogar Valdense, que, por ejemplo, hay 10 personas que utilizan los servicios brindados por la institución durante el día, y no residen en la misma. En ese sentido veo que tenemos la misma cultura de servicio y testimonio.
¿Cómo ve la situación de decrecimiento de la membresía de la Iglesia en el Río de la Plata como en Italia?
-Puede ser que en Italia está más desarrollado el concepto de misión en la ciudad, el manifestarse en sociedad: es algo que tenemos desde la evangelización del siglo XIX, cuando se salió de los valles valdenses y se recorrió la península italiana fundando nuevas comunidades. En Italia tenemos una propensión mayor a buscar misiones, maneras de acoger nuevas personas en la iglesia; durante este Sínodo rioplatense tuvimos la posibilidad de brindar datos recogidos el año pasado en Italia: tenemos cada año un número pequeño pero constante de personas que participan por primera vez en su vida de un culto en nuestra iglesia. En 2017 fueron más o menos 250 personas, y cada año, nuevas personas que nunca habían participado antes de ninguna confesión, piden ser miembros en nuestra Iglesia. Entonces hay nuevos valdenses, en un número más pequeño de quienes dejan de participar, pero hay gente nueva y esto significa un cambio importante. Un cambio que constituye un desafío, porque cuando no se tiene una historia de familia en la Iglesia, aparecen culturas distintas y formas diferentes de ser evangélico. Entonces es algo que hay que ‘vigilar’: porque nuestra iglesia se llama valdense, tiene su identidad particular. Cuando algunas personas participan desde otra cultura, desde otra sensibilidad, esto hace que la vida de iglesia se desarrolle de manera diferente en las comunidades, sobretodo en las comunidades más alejadas de los valles valdenses, donde este fenómeno es importante: pero también aparecen estos cambios en cualquier comunidad, desde los mismos jóvenes, que muchas veces no entienden porque hay que fijarse tanto en ‘este’ pasado, ‘esta’ tradición.
¿Cómo viven el fenómeno de los movimientos evangelistas en Italia?
-Es lo mismo que en Latinoamérica. La única misión cristiana en crecimiento en Europa es la de los evangelistas, y en la Iglesia Católica los únicos que están en crecimiento son los movimientos carismáticos., como señala el cardenal Bergoglio. Todas las demás expresiones cristianas están decreciendo, no sólo en número, sino en la capacidad de intervenir en la sociedad, en la capacidad de llevar una cultura cristiana comprometida, atenta a lo social, a la fragilidad de las personas: este es un desafío común que tenemos en Europa como en Latinoamérica.
Equipo de Prensa Sinodal