Con mirada amorosa

Leemos en nuestra Biblia: Juan 6: 1-21

Me quedaron grabados en la memoria los comentarios de un pastor sobre estos hechos milagrosos.


Sobre el conocido como “la multiplicación de los panes y los peces”, donde hace notar el contraste entre las personalidades de Felipe y Andrés. El primero dijo que estaban en una situación desesperada y que no se podía hacer nada. El segundo analiza la situación y dice “voy a ver lo que puedo hacer yo, el resto lo hará Jesús”, destacando la iniciativa de Andrés quien confía en el acompañamiento de Jesús.


El niño al que se acerca Jesús tenía pescados y pan de cebada (a lo que accedían los pobres, ya que la harina era casi inalcanzable para su situación social). Otra cosa a destacar, la solidaridad de los que menos tienen.


Dentro de su relato, ese pastor nos dijo que podíamos quedarnos con el hecho milagroso o hilar más fino y ver lo que nos presenta el cuadro. Seguramente quien se puso en camino para una expedición de varios kilómetros hubiese llevado algo para comer, sobre todo si entre ellos/as había peregrinos que eran muy precavidos. Es aquí entonces donde radica el milagro: hacer que, desde su egoísmo, los que llevaban alimentos, pensando en guardárselos o comerlos solos/as, se hayan conmovido ante la actitud de Jesús de compartir lo poco que tenía un niño pobre, y hayan distribuído lo que habían llevado. La presencia de Jesús convierte una multitud de hombres y mujeres egoístas en una comunidad dispuesta a compartir.


Más aún llama mi atención, yendo al segundo hecho, cuando este predicador dice que la versión Reina-Valera expresa que Jesús “andaba sobre el mar”, pero que la traducción del griego debería ser “junto al mar” (comparado con otros textos que ahora no recuerdo) y analiza que de acuerdo a las millas recorridas por la barca y el ancho del lago en la zona donde remaban los apóstoles, podrían haber estado llegando a la otra orilla. Que Jesús se quedó para convencer a la multitud de que no podía elegirlo como rey y que volvieran a sus casas, luego rodeó el lago y desde la montaña, lugar donde se había retirado, veía a sus discípulos. Cuando notó su desesperación por la tormenta, se acercó a brindarles paz, seguridad, protección. Desde lo alto de la colina Jesús había estado vigilándolos en su momento de desesperación, su mirada amorosa había estado sobre ellos.

Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, Jesús vigila. Nos deja pelear nuestras batallas, pero en el momento oportuno acude y ayuda, no nos deja solos/as.

Dardo Fidel Zanuttini

Comunidad Valdense de Reconquista, Argentina

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.