EL IMPULSO MOLESTO

Apuntes de la Directora

«Y dio a luz a su hijo primogénito,
y lo envolvió en pañales,
y lo acostó en un pesebre,
porque no había lugar
para ellos en el mesón.»

Lucas 2: 7

Si recordáramos todas las celebraciones de Navidad de nuestras comunidades, estoy segura que nos invaden cientos de momentos hermosos; momentos de encuentro, de alegría, de fiesta… y no es para menos, celebramos el nacimiento de Jesús. Pero hoy, les quiero compartir algunas reflexiones, no es mi intención centrar la atención en la forma en que celebramos sino más bien intentar reconectarnos con sensaciones y emociones que nos despierta cada año ese niño que nació en Belén.

Intentemos pensar en ese momento, sin entrar en detalles sobre si fue en diciembre, si fue de noche, etc. María y José viajaron alrededor de 120 kilómetros -desde Nazaret a Belén-, suponemos que caminando o montados en algún animal. Pensar en esto me recuerda a las historias de mis abuelas sobre sus viajes en carreta para visitar familiares, algo que ya varias generaciones no podemos siquiera imaginar… las horas de viaje, la incomodidad del carruaje, el calor o el frío. Cada vez se hace más difícil comprender realmente lo que vivieron María y José en aquella marcha.

Y mucho menos podemos comprender lo que significa que nos digan que no hay ningún lugar donde descansar, donde tener nuestrxs hijxs… María empezó con trabajo de parto y no tenía una cama cómoda –a pesar de que aún así el parto natural es doloroso-, no tenía un techo. Supongo que tanto María como José estaban desesperadxs por encontrar un lugar donde pueda nacer su primer hijo; pero nada parecía mejorar… hasta que dieron con el establo.

Jesús nació en un establo. Aunque hoy podamos representar escenas muy lindas donde los animales completan la calidez del entorno, dudo enormemente que fuera un lugar adecuado para dar a luz. Y aquí espero que nos demos la oportunidad de pensar realmente aquella circunstancia. Un establo es similar a un corral, y si bien es otra cultura, creo que aquí y ahora, tampoco nos podemos imaginar que ese lugar sea adecuado e higiénico para que nazca un bebé. Pero en definitiva, nació un Jesús inesperado, en un lugar sucio, en una escena simple, humilde, pero lleno de amor.

Esta construcción del relato me lleva directamente a pesar en un Jesús molesto, que genera incomodidad; en un sentido amplio, en un sentido positivo.

Y personalmente creo que en ese Jesús molesto que viene a sacarme de la comodidad, del individualismo, de la meritocracia. Es un Jesús molesto porque me anima, me insiste, me acompaña y me da fuerzas para construir una manera de vivir la fe colectivamente. Me anima a amarme a mí misma y amar a otrxs, me insiste para que aporte mis dones, mis ganas y energías en este proyecto de vida buena y abundante para todxs; me acompaña a cada momento y en cada decisión, sosteniendo y cuidando mi mano pero también mi vida; y me da fuerzas cuando parece que nada de lo que hago sirve.

Este Jesús que nació en la pobreza, rodeado de mugre y animales, me recuerda que es esencial el amor, que es imprescindible el encuentro, que es importante estar en movimiento siempre pensando como contribuir a que nuestras sociedades sean simples, más empáticas, más libres y amorosas. Este Jesús que nació en la pobreza es un impulso molesto en nuestras comodidades.

Deseo que Jesús también les anime, les insista, les acompañe y les dé fuerzas.

¡Feliz Navidad! ¡Buen comienzo de año!

Daiana Genre Bert

Publicado en Editoriales, Página Valdense.