Jesús vive y hay esperanza

Leemos en nuestras Biblias: Lucas 24:13-35

Cada vez que leo este texto me pregunto: ¿por qué razón los discípulos que van hacia Emaús no reconocen a Jesús cuando se acerca, camina y habla con ellos? ¿No es ésta la misma persona con la que anduvieron años lado a lado? ¿Cómo no reconocer su voz, su andar? ¿Acaso al resucitar tiene una apariencia física diferente? ¿Su rostro y sus vestiduras fueron transformados?

Por supuesto que hay una intención del texto de mostrar a Jesús bajo una perspectiva diferente de la que hasta aquí los discípulos tenían de su Maestro y, en ese sentido, hay una preparación progresiva a partir de un repaso de los textos de las Escrituras que hablan del Mesías que había de venir.

Ellos esperaban a un líder que viniera a liberar a la nación de Israel (v.21), alguien que los libere de sus enemigos que los tenían dominados, el Mesías que, de acuerdo a la mentalidad judía, vendría a restaurar el reino de David.

Con la muerte de Jesús esos sueños se terminaron, sus esperanzas y su causa se vieron frustradas. Están vencidos, volviendo a reconstruir las vidas que tenían en su pueblo antes de conocer al Maestro.

Los ojos de estos caminantes están velados. No pudieron reconocer en Jesús al Hijo de Dios que tenía que sufrir antes de ser glorificado (v.26) que vino a liberar a través del servicio y la entrega de su Vida.

Pero hay mucho más: la desesperanza, el descreimiento, el sentimiento de que todo terminó en esa tumba inhabilitan la posibilidad de reconocer que Jesús está vivo y junto a ellos.

Sin embargo, lo que parece imposible, se devela en el acto simple y sencillo de compartir la casa, compartir la mesa, compartir el pan (v.31). Jesús vive y hay esperanza, la historia no termina acá.

La presencia de Jesús en la vida de los discípulos la transforma por completo, se levantan y sin demora, en medio de la noche, emprenden el regreso a Jerusalén al encuentro de la comunidad reunida.

Pienso en nosotros y nosotras, en esta humanidad tan castigada, en como la pandemia impactó en nuestras vidas: la salud amenazada, la impotencia ante tantas muertes que revelaron que los sistemas sanitarios del mundo no fueron una prioridad, la economía afectada generando desempleo y con él, la subsistencia de muchos y muchas; mujeres, niños y niñas conviviendo con agresores permanentemente en medio el aislamiento: el miedo ante la violencia…. las víctimas de femicidios que no se detienen… y tanto más que se pone de manifiesto en este desastre, agudizando y visibilizando lo que ya sabíamos, pero preferimos no ver.

¡Podemos reconocer y ver a Jesús Resucitado caminando con nosotras y nosotros mientras nos sentimos lastimadas?, muchos sueños se caen y la vida se muestra vulnerable.

¡Quedate con nosotros, Señor, porque atardece, el camino es arduo y fuerte el cansancio. Abraza nuestra tristeza, danos esperanza, tu compañía y tu aliento para no volvernos, para permanecer en tu comunidad partiendo el pan, resistiendo, sosteniendo, hospedando, acompañando!

Mirelly Cardozo

Trabajadora Social- Comunidad Valdense de La Paz-Entre Ríos, Argentina

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.