LOS ENCUENTROS

Apuntes de la Directora

«En un mundo de plástico y ruido, quiero ser de barro y de silencio»

Eduardo Galeano

Todxs tenemos y construimos vínculos diferentes; y en algún sentido, somos los vínculos que generamos. No creo que exista una receta sobre cómo relacionarnos, sino que lo hacemos de manera espontánea, como nos sale. Hay quienes tienen facilidad para relacionarse con las personas, otrxs con los animales, otrxs con la tierra, con la música… A veces el origen de los vínculos marcan o resignifican la relación; aunque también lo hace el paso del tiempo. Saber que no somos exactamente iguales a quienes fuimos hace un año, o diez, o una semana; es parte de un proceso que nos permite entender que nuestras relaciones también cambian, mutan…

Por ejemplo, yo crecí en el campo. Mi infancia se dio entre juegos, caramelos robados del almacén de mi abuelo y pantalones emparchados. Los días de lluvia eran para jugar en el barro… desde fabricar toboganes improvisados – solo de barro-, crear diferentes artesanías que cambiaban al ritmo del aburrimiento, hasta hacer una casita en el monte y pensar que teníamos que sobrevivir de lo que nos daba la tierra. Hace muy poco tiempo me puse a pensar cuán importante fue crecer con ese contacto con la naturaleza… nunca antes me había tomado el tiempo para pensar en mi vínculo con la tierra.

Creo que esto nos pasa a menudo. Solemos distraernos con los ruidos de alrededor, y preocuparnos demasiado por cuestiones efímeras. La cultura del consumo nos suele arrinconar, invadir y ahogar.

Desde hace tiempo, el sistema capitalista se encarga que tanto el mercado como la publicidad sean portadores de pseudolibertad. Logró proponernos la idea proporcional de cuanto más bienes tengamos, mayor es nuestra felicidad; dando por sentado que para tener más hay que trabajar más; y por supuesto que trabajar más supone menos tiempo de descanso, ocio y disfrute. Quizás sin siquiera darnos cuenta se nos dice qué consumir, de qué marca, a qué hora y con quienes; de la misma forma que marca el rumbo de nuestros trabajos, manteniéndonos sobre el límite de lo funcional y conveniente: producir más en menos tiempo.

Aquí es cuando el rol de la iglesia, y de los diferentes lugares de encuentro, se vuelve sumamente importante; porque el encuentro –en sí mismo- es contrahegemónico, representa la posibilidad y la motivación para pensarnos como individuxs y como comunidad. Lógicamente es una práctica compleja, llena de contradicciones y desafíos. Tomarnos el tiempo para el encuentro –con unx mismx y con lxs demás- es una decisión, un compromiso y una postura que nos anima a la deconstrucción, nos desafía a tener conciencia de clase, nos propone ser empáticxs y acompañar los diferentes procesos.
Esta edición nos habla un poco de esto, de los vínculos que generamos; y también de cómo vamos leyendo/interpretando las relaciones que tejemos entre Dios, la Tierra y el Pueblo.

Que Dios sea viento que nos despierte y renueve, que seamos capaces de ver el potencial del camino comunitario y el trabajo colectivo, que en el encuentro podamos ver en la sonrisa de lxs demás un gesto que abraza las diferencias, y que los días de lluvia –o cualquier otro- nos emocionemos al recordar olores, sensaciones y personas.

Daiana Genre Bert

Publicado en Editoriales, Página Valdense.