Para eso…

Leemos en nuestras Biblias: Lucas 1 : 39 – 56

-¿Te lavaste las manos ?

– ¡Hay que lavarse varias veces al día las manos, con abundante agua y jabón!

– ¿Sólo eso ?

– No, otras medidas también, ¡pero esta es una de las más efectivas!

En este tiempo de cuidarnos más que nunca, de aprender y experimentar modalidades nuevas de comunicación, reorganizarnos, cambiar los hábitos, valorar lo que somos y tenemos… lavarse las manos como una medida general de cuidado, parece muy sencilla y fácil.

Algo de eso les pasó a María y a Isabel: dos mujeres del montón, mujeres del pueblo, sencillas, humildes, pero con una gran confianza y personalidad. Reciben un anuncio, un llamado.

Se enfrentan a las leyes y costumbres de su época y aceptan la propuesta de Dios. Dijeron Si.

No se necesitan cosas grandiosas para responder a Dios y vivir, disfrutando la vida, compartiendo, ayudando, sirviendo.

María expresa su alegría en una poesía, que luego se transforma en canto. Reconoce su pequeñez frente a la grandeza y poderío de Dios.

«Mi alma alaba la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador. Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora, siempre me llamarán dichosa; porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. ¡Santo es su nombre !«

Hoy también vemos muchas expresiones de canto, música, danzas. La alegría y agradecimiento por la vida, expresada de distintas maneras, pero en positivo, con esperanza.

Quedate en casa – es otra de las consignas de este tiempo. Quedarse en la casa, como lugar de protección , de cuidado, de abrigo, de afecto, de calor.

Si lo pensamos en un sentido más profundo, lo podemos entender como una invitación a quedarse en la casa de Dios, en sus manos, en su abrigo, bajo su cuidado amoroso.

¿Son nuestras casas lugares donde encontramos refugio, apoyo, contención, amor? ¿Trabajamos para que esto sea posible?

Oramos, Señor, pidiéndote que este tiempo nuevo nos enseñe a valorar las cosas sencillas. Que aún en medio de las situaciones difíciles, sabemos que Dios siempre quiere un futuro mejor para el mundo y para sus hijos e hijas. Para eso envió a su hijo para que habitara entre nosotros. Para eso María fue a dar semejante sorpresa a su prima Isabel. Para eso viene a nosotros cada día: para que recordemos que algo mejor siempre está por venir. Así debemos mirar la vida, y confiar plenamente en la promesa de Jesús de caminar a nuestro lado.

¡Que podamos profundizar nuestro compromiso en este tiempo porque el Señor está obrando!

En el nombre de Jesús. Amén.

Silvia Benech

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.

Un comentario

  1. Hermosa meditación y con un gran mensaje. El Señor nos ayude a guardarlo en nuestro corazón y ponerlo en práctica. Bendiciones!!!

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