Por una camiseta

Leemos en nuestra Biblia: Juan 1:43-51

Un ómnibus atraviesa Montevideo a las sofocantes dos de la tarde. Se hunde en ese túnel misterioso que me hace recuperar la niñez por cuatrocientos metros. Veo el fogonazo de cada reflector y siento que viajo en el tiempo. A veces también cierro los ojos para dejarme llevar por el zumbido y el eco del túnel.


Una niña pequeña mira por la ventanilla, hipnotizada por los edificios que empiezan a aparecer a velocidad vertiginosa. Varias cuadras más adelante, el ómnibus se detiene frente a la sede del Club Nacional de Fútbol. Ella ve el edificio e identifica los colores. Y ahí, como si hubiese sido aguijoneada por quién sabe qué insecto, la pequeña se para en el asiento y asoma la cabeza por la ventanilla y grita: -¡Nacional gallina! ¡Bolso muerto! ¡Muertos!


El hombre se pone colorado, pero la gente se ríe. Da la impresión de que nadie en el ómnibus fuera de Nacional. O, mejor dicho, nadie quisiera serlo en ese momento. Estoy seguro de que una situación similar podría ocurrir también con el club Huracán de Buenos Aires, con Juventud de Colonia, o con Independiente de Jacinto Arauz. Por alguna razón, desde pequeños vamos integrando esa colección de prejuicios y amores incondicionales que nos llevan a despreciar o a sospechar de ese ‘otro’ que es distinto. Son pre-conceptos que, aunque no nos demos cuenta, condicionan la manera en que vamos a recibir o a escuchar a alguien. Y esto no es exclusivo del fútbol.


En el texto que leemos hoy, Felipe encuentra a Natanael y lo invita a conocer a Jesús de Nazaret. El camino recién comienza, nadie lo conoce muy bien. Pero en los oídos de Natanael la invitación enciende una luz amarilla cuando escucha esa palabra clave: Nazaret. Un pueblucho aislado de Galilea, una aldea en la montaña. Para él, Nazaret no entra en el mapa.
-¿De Nazaret puede salir algo bueno? –dice Natanael, como asomándose por la
ventanilla para escupir su prejuicio lleno de ironía.


Pero por suerte esa historia no terminó ahí. En este mundo que nos empuja a opinar y a tomar postura, que nos pide que gritemos algo por la ventanilla, necesitamos más que nunca que alguien venga de Nazaret. Qué no venga de los centros de poder, ni de lo familiar, de mi club ni de mis preferencias. Que venga de otro lado, y que me libere desatando mis prejuicios.

Vos, que venías de otra aldea y llegaste a la nuestra. Quédate hoy con nosotros.
Enséñanos a ver más allá, a discernir, que no juzguemos solo por la camiseta.


J. Javier Pioli

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.