CUATRO ROSTROS Y UN ESPEJO

Expositores del simposio Four faces of Waldensianism: (De Izq. a Der.: Albert de Lange, Gabriel Audisio, Kevin Frederick -moderador del simposio-, Claudio Pasquet, Javier Pioli).

Los 125 años de Valdese

Este año una localidad de los Estados Unidos está celebrando 125 años de la instalación de las familias valdenses que le dieron origen. Ellas habían dejado los escarpados Alpes para instalarse al pie de los montes Apalaches, y buscando una vida menos penosa, cambiaron unas montañas por otras. Hoy, Valdese celebra la impronta que los valdenses han dejado en la zona, por lo que propone una serie de actividades que recorren el calendario anual.

No se puede caminar cien metros de esta localidad sin encontrar algo que nos recuerde a la idiosincrasia valdense. Las calles hacen memoria de esa historia: referencias geográficas como San Germano, Prali o Rodoretto, personalidades como Henry Arnaud, Josué Janavel o apellidos de las primeras familias. La zona en 1893 era un territorio marginal del Estado de Carolina del Norte, rocoso, casi despoblado y mal comunicado. Las familias valdenses que se establecieron allí esperaban trabajar la tierra, pero se encontraron con bosques espesos y una tierra nada apta para el cultivo de cereales. Así que terminaron dedicándose a la actividad manufacturera: elaboración de pan, textiles, aserraderos. Y la colonia prosperó.

Pero la conciencia de poseer una herencia cultural común no se queda en el nomenclátor urbano, sino que se muestra también en la cantidad de organizaciones sociales, educativas y culturales que Valdese reúne y mantiene. Un ejemplo de eso es la escuela secundaria (Old Rock School), construida a pulmón con las piedras de la zona, y que devino en centro cultural cuando el condado estableció sus propias escuelas. El caso nos recuerda a lo que los valdenses hicieron al llegar a nuestra región: fundar escuelas, incentivar la alfabetización, las nociones de economía doméstica, favorecer el acceso a estudios superiores.

En lo religioso, los valdenses de EEUU afiliaron sus propias congregaciones a la Iglesia Presbiteriana. Por eso en Valdese la Waldensian Presbyterian Church es una fusión muy interesante entre el mundo presbiteriano y el valdense. Uno ingresa al local y en seguida salen al encuentro personas que dan la bienvenida, entregan una guía de la liturgia, intentan integrar a los más nuevos. En el culto se celebran las buenas noticias de la comunidad: quienes han terminado un ciclo de estudios, quienes se han recuperado de una enfermedad, quienes están empeñados en alguna tarea de servicio. Mientras los vitrales parecen tan distantes de nuestros templos, las melodías nos hablan de una herencia común y el sermón alude a un Dios de la historia.

Parte del grupo de visitantes extranjeros a Valdese, junto al pastor Kevin Frederick.

Claramente, en Valdese los patrones culturales del sur de los EEUU se entremezclan con la identidad valdense. Por eso no es raro ver parques con réplicas ‘a la americana’ de sitios históricos del Piemonte, o participar de una comida comunitaria en la que las ensaladas de porotos y el barbecue chicken son el equivalente a nuestro asado con cuero. Aquí los abrazos son menos frecuentes que en nuestra efusiva cultura rioplatense, en las escuelas y campamentos los niños juegan al baseball y las niñas al softball, pero de fútbol o vóley, nada. Son valdenses que viven su fe desde formas culturales distintas a las del Viejo Mundo o a las de Sudamérica, aunque en esencia hay rasgos que persisten.

Durante el 1 y 2 de junio se organizó un simposio titulado “Cuatro rostros del valdismo”, centrado en la visión y testimonio de los valdenses en distintos lugares del mundo. Por Italia, el pastor Claudio Pasquet hizo énfasis en los desafíos de actualidad: el diálogo interreligioso, los vínculos con el Estado italiano y la inmigración persistente. El historiador Gabriel Audisio compartió su estudio sobre los valdenses en el Luberon y las estrategias que ellos sostuvieron para sobrevivir en el medio. Según Audisio, durante el siglo XV y XVI los valdenses eran tolerados porque contribuían al desarrollo agrícola de la región, pero cuando las tierras de labranza empezaron a escasear, entonces la población ‘redescubrió’ la presencia hereje y los denunció. Así llegaron masacres como la de Mérindol (1545). Por su parte, el historiador Albert de Lange habló sobre los valdenses que llegaron al sur de Alemania escapando de las persecuciones religiosas, estableciendo allí pequeños centros poblados que llevaron el nombre de sus localidades de origen.

En lo que respecta a la historia de los valdenses en el Río de la Plata, se intentó problematizar los relatos tradicionales de la inmigración, analizando algunas fuentes de la época y poniéndolas en relación con el contexto histórico de Uruguay y Argentina durante el siglo XIX. De ese contraste puede verse que, aunque los valdenses llegaron esperando encontrar la Tierra Prometida, por momentos vivieron el trauma de la inmigración como un exilio, nostálgico, lleno de incertezas y con algunos conflictos internos. Sobre la historia más reciente y la actualidad de la Iglesia Valdense, la ponencia buscó replicar el testimonio de algunos/as laicos/as rioplatenses, su visión del presente, los valores que reivindican como valdenses, los desafíos del futuro y los signos de esperanza.

Ingreso a la Old Rock School, con cartel anunciando el simposio.

Al conocer a nuestros hermanos/as de Valdese descubrimos los puntos de encuentro y de diferencia con nuestras formas de ser valdenses en el Río de la Plata. Ese encuentro nos sirve de espejo, por el que podemos vernos a nosotros mismos y descubrir que los valores y la fe que cultivamos también están mediados por una cultura, y tienen sentido dentro de ella. El mate a la salida del culto, el cancionero popular en una noche de fogón o las charlas de un campamento de trabajo hablan de una forma específica de ser valdenses, en la que el sentido de fraternidad y de vida comunitaria toman la forma de nuestro medio. Por eso, los días transcurridos en Valdese fueron como ese espejo en el que pudimos reconocer cuántos aspectos de la cultura rioplatense hemos integrado, cuántos nos han enriquecido, y quizá también cuántos nos desafían hoy.

Por eso, ser valdenses es, más que reproducir lo heredado, hacer con ello algo que tenga sentido en nuestra propia cultura. A los hermanos/as de Valdese, gracias por la hospitalidad, el cuidado, y el tiempo compartido. ¡Feliz aniversario!

J. Javier Pioli

Publicado en Noticias.

Un comentario

  1. Muy lindo todo , mi familia eligió Argentina , igual me hubiera gustado EE.UU

    Rpsa María Baridón

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