NOTA PRINCIPAL - Edición septiembre 2020

El desafío de las ciencias a la teología: Una invitación a la confianza y la creatividad

  • El surgimiento de una nueva cosmología

Durante este último siglo se ha ido afianzado en el mundo cultural occidental una visión cosmológica basado en las remarcables investigaciones de las ciencias de la naturaleza. El increíble cúmulo de conocimientos revelado por la física, la astronomía y la biología entre otros campos, han sido lenta pero irreversiblemente entretejidas para dar lugar a un gran relato científico sobre los orígenes, la evolución y el estado actual del cosmos y de la vida. Muchos llaman a esto una «nueva épica de la creación» (Thomas Gilbert), o «épica de la evolución» (Loyal Rue). Otros, nuevo «paradigma holístico» o «ecológico» (Fritjof Capra).

Este relato-cosmovisión, por supuesto, rastrea sus orígenes a la gran revolución copernicana en el campo de la astronomía en el siglo 16, cimentada luego por Johann Kepler, Tycho Brahe y Galileo Galilei, para terminar con la gran visión mecanicista de Isaac Newton, Laplace y sus seguidores (siglos 18 y 19). De la misma manera las contribuciones del naturalista Charles Darwin sobre el origen y evolución de las especies (1859) no sólo revolucionó el campo de las ciencias de la vida, sino que proveyó un marco teórico para la comprensión del universo mismo como un proceso de cambios y adaptaciones. En uno y otro caso, el impacto sobre la visión religiosa y teológica no se hizo esperar: tenue al principio con las mismas insinuaciones teológicas de Newton (el universo como sensorium divino), virulenta luego ante la cancelación de todo propósito final en el relato evolutivo de Darwin. En suma, hacia fines del siglo 19 y principios del 20, el papel de la religión y las formulaciones teológicas sobre Dios y la naturaleza se vieron substancialmente modificadas. Parte de la diversidad de las propuestas teológicas del siglo 19 y 20 tiene como trasfondo los impactos de la ciencia –además de las grandes transformaciones sociales, políticas y culturales de la modernidad.

Pero este relato científico, que en términos generales llamaremos «mecanicista», comienza a ser revolucionado por la nueva física y biología del siglo 20, llevando a un plano diferente los conocimientos científicos y las inquietudes espirituales. Esta nueva visión científica es a la vez fascinante y aterradora, reveladora y confusa, comprensiva y minuciosa, sistémica y caótica, abriendo nuevas problemáticas y oportunidades para el pensamiento sobre el universo y sobre Dios. Es más, referencias místicas y religiosas (positivas y negativas) no son ajenas a los postulados de un Albert Einstein, Niels Bohr, Werner Heisenberg, Erwin Schroedinger, Wolfgang Pauli y Stephen Hawking, entre muchos otros.

Es así que hoy podemos hablar de tres «constelaciones» básicas que se entretejen para dar lugar a la cosmovisión científica contemporánea, y que a su vez representan un gran desafío a la religión y teología cristianas. En primer lugar, tenemos a la constelación de la relatividad y de la astronomía que presenta una nueva perspectiva sobre la complejidad y vastedad del universo visible. Contamos aquí con la famosa teoría de la relatividad (Einstein); el descubrimiento de que el espacio se encuentra en un constante estado de expansión (Hubble); la teoría del Big Bang sobre el comienzo de nuestro universo; el hallazgo de planetas en galaxias lejanas, muchos probablemente similares a la Tierra, etc.

En segundo lugar, tenemos la constelación de la física cuántica, una revolución en el conocimiento de los elementos o eventos básicos (invisibles) que sostienen la realidad toda. Por ejemplo, el estudio de las estructuras de los átomos dependientes de principios cuánticos; el descubrimiento de nuevas subpartículas atómicas; la materia como expresión de supercuerdas vibratorias; y las diferentes hipótesis sobre el estado de la energía-materia en los primeros instantes de la creación.

En tercer lugar, la constelación de los sistemas complejos, una nueva comprensión de cómo el orden (estrellas, galaxias, planetas, moléculas, vida, sociedades, etc.) emerge del caos. Aquí se plantea que la realidad está compuesta por distintos niveles de complejidad, con distintas leyes operando en cada una de ellas. Esto implica que la realidad no puede reducirse a unos bloques fundamentales, sino que debe verse como el resultado emergente de relaciones, eventos, interacciones y redes. Investigaciones en los campos de la biología, la química, la psicología y, mas recientemente, las ciencias neurocognitivas, llevan a una comprensión más unificada de la materia, la vida y la mente.

 

  • Desafíos

La visión científica que resulta de estas tres constelaciones de conocimientos desafía a la religión y a la teología en por lo menos tres ámbitos:

  1. El rol y perfil de las religiones tradicionales: Muchos autores sostienen que la religión cristiana, al igual que todas las religiones universales mayoritarias que se estructuraron en la antigüedad, ya no están equipadas para asistir a una humanidad de cara a los nuevos desafíos y problemáticas de un mundo radicalmente distinto. Sus símbolos, conceptos y mitos están inextricablemente unidos a cosmologías ya superadas. La ciencia, según estos autores, va lentamente superando las grandes visiones religiosas de la humanidad. El punto neurálgico es la obsolescencia de sus antiguos concepciones del universo, que ya no cuentan con la credibilidad necesaria que las haga intelectual y emocionalmente convincentes. Según esta línea de pensamiento, la religión o espiritualidad futura solo será creíble y sustentable si se presenta como una visión holística que pueda integrar la comprensión científica contemporánea con los valores centrales expresados por las distintas tradiciones religiosas. En el caso del cristianismo, esto significaría una reinterpretación de sus símbolos centrales –creación, pecado, gracia, salvación, Dios trino, Jesucristo, etc.—a la luz de la cosmovisión evolutiva y las nuevas sensibilidades socio-ecológicas.

 

  1. Racionalidades y salud: La fragmentación del conocimiento, su divorcio de las emociones, la aparente arbitrariedad del sentido que le damos a las cosas, y la proliferación de teorías mutuamente contradictorias, es la preocupación central de otro buen número de pensadores. Aquí la problemática central es la salud de las personas en un mundo cambiante, pluralista e inundado de visiones encontradas. En el caso de la ciencia y la religión, el desafío es cómo integrar dos discursos o racionalidades diferentes superando el estado de esquizofrenia actual de nuestras culturas –donde las cuestiones religiosas son consideradas asuntos «privados», mientras que el mundo es entendido científica y secularmente. La integración consiste en apreciar no sólo las afirmaciones divergentes que una y otro ámbito produce, sino las maneras distintas en que funciona la mente humana al interactuar con su entorno y con ella misma. Más que lo irracional (religión) y lo racional (ciencia), debemos hablar de racionalidades distintas, es decir, de distintos niveles de sentido. El asunto no es establecer una pax romana entre estos distintos niveles, sino integrarlos de tal manera donde teoría, sentimientos, valores y sentido no se encuentren todo el tiempo en conflicto o ignorándose mutuamente. Por ello los «saltos» de sentido que corresponden a la religión y la teología deben articularse con las intuiciones latentes (razones inherentes) a los datos mismos aportados por otras áreas del conocimiento y la experiencia. En otras palabras, la religión y la teología deben ofrecer una integración que de un mayor sentido posible a la totalidad de la experiencia humana –incluyendo el conocimiento científico. Sin este encuentro e integración de la teología con otras racionalidades no sería posible presentar a la religión como un factor clave para la salud (tanto mental, física y emocional) de la humanidad y del ecosistema.

 

  1. El concepto de Dios: Es sabido que Dios ya no parece necesario para algunas de las propuestas derivadas de la cosmovisión evolutiva. El universo mismo, o el proceso evolutivo, parecen reemplazar la categoría «dios». Si Dios es «la realidad que todo lo determina», ¿cómo se relaciona ese Dios con la realidad, y cómo una instancia tradicionalmente entendida como super-natural puede determinar lo natural? El punto neurálgico aquí es cómo integrar coherentemente la naturaleza «revelada» por las ciencias, y un Dios que, si se «revela», no puede hacerlo más que mediado por alguna (o todas) instancia de la naturaleza y la historia. En esta línea, ¿nos proveen las ciencias de algunos indicios, perspectivas, intuiciones no elaboradas, o evidencias de una realidad que trasciende a nuestro universo?

 

Este escenario puede parecer a muchos intimidante y desolador. Pero si echamos una mirada a la historia de la iglesia y la teología cristianas veremos que los periodos de mayor creatividad y relevancia son justamente cuando la «ortodoxia» es cuestionada por las nuevas experiencias y conocimientos. Es tarea de la iglesia y de su reflexión teológica entender estos momentos como un nuevo acercamiento de Dios hacia sus criaturas. Un Dios que siempre nos sorprende e ilumina de nuevas maneras. Responder a este Dios con confianza, gratitud y creatividad es nuestra tarea.

 

Dr. Guillermo Hansen

Pastor de la iglesia luterana de Argentina y Uruguay, se desempeño como docente en el Instituto Universitario ISEDET. Actualmente es profesor de teología en Luther Seminary, Saint Paul, Minnesota (EE.UU.).

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