El vino incomparable

Leemos en nuestras Biblias: Juan 2:1-11


Al tercer día hubo una boda en Caná, un pueblo de Galilea. La madre de Jesús estaba allí, y Jesús y sus discípulos fueron también invitados a la boda. Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dijo: –Ya no tienen vino. Jesús le contestó: –Mujer, ¿por qué me dices esto? Mi hora no ha llegado todavía.


Ella dijo a los que estaban sirviendo: –Hagan todo lo que él les diga. Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua. Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Las llenaron hasta arriba, y Jesús les dijo: «Ahora saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta». Así lo hicieron.

El encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había salido; solo los sirvientes lo sabían, pues ellos habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido bastante, entonces se sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora».

Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue la primera señal milagrosa con la cual mostró su gloria; y sus discípulos creyeron en él.

Hemos finalizado el Tiempo de Navidad y ha comenzado el nuevo tiempo litúrgico, que es el Tiempo Ordinario. El evangelio de Juan nos presenta una nueva manifestación de Dios ante los seres humanos.


En los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas podemos observar cómo Jesús colma las esperanzas del pueblo de Israel. Hoy se hace realidad la revelación que el Padre hace en el momento del Bautismo: «Este es mi Hijo amado» Ahora podemos corroborar esta afirmación por medio de los signos que el propio Jesús realiza. Juan presenta sólo siete actuaciones extraordinarias de Jesús, milagros. Todos ellos son signos de la salvación que Jesús nos regala.

Jesús aparece en una boda de unos/as amigos/as en la que también está invitada su madre. El comparte la alegría de la pareja y de los/as invitados/as a la boda. Es así que Él asume nuestra condición y, sobre todo, en esto: compartir nuestras alegrías y los pequeños detalles de cada día.


A veces nos imaginamos un Jesús totalmente diferente a nosotros y nosotras, galáctico, como si no fuera de este mundo. Pero Él se encarnó con todas las consecuencias. Posiblemente el evangelista utiliza el recurso de la boda para explicar la relación que quiere Dios con la humanidad. A pesar de la infidelidad del pueblo, Dios sigue mostrando su amor.


El texto tiene un gran contenido simbólico: las 6 tinajas, número imperfecto, de piedra representan la antigua ley imperfecta, escrita en tablas de piedra. Jesús representa la novedad. Él es el vino nuevo que trae la alegría y la felicidad.


En casi todas las culturas el vino representa la alegría de vivir. Pero la clave está en escuchar lo que Jesús nos dice. Él sabe que no ha llegado su hora, pues su revelación definitiva será en la cruz, para el evangelio de Juan.


Jesús cuenta con nuestra colaboración, no somos marionetas, quiere que nosotros y nosotras también intervengamos en su obra salvífica, no nos lo da todo hecho. La diferencia entre el vino del principio y el que ofrece Jesús es abismal.


El vino nuevo es Él mismo que nos invita a su fiesta y quiere entrar dentro de nosotros/as. Así nos ama Jesucristo y este es el significad de su primer signo: viene a llenar de sentido y de radiante felicidad nuestra vida, a veces, insulsa y perdida. Él está ahí, acudamos a Él para llenarnos completamente de su fuente de alegría y de amor.

Pastora Nora Justet

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.