Hemos visto su gloria

Leemos en nuestras Biblias Lucas 9: 28-36

Este texto de Lucas es conocido por la transfiguración de Jesús, aunque el evangelista no utiliza esa palabra sino doxa, la gloria. Y esto nos da la idea de que es un texto enigmático, desafiante, que nos ayuda a reflexionar sobre las manifestaciones de Jesús en nuestra vida y la vida comunitaria. Pero antes de esto podemos tener en cuenta algunas claves que se nos proporcionan:

La primera es su ubicación en el libro; este pasaje se encuentra en el final de la misión de Jesús en Galilea y preparándose para la subida a Jerusalén; es decir que, se aproxima la muerte y resurrección de Jesús, ya anunciada también en el mismo evangelio (9:22). El otro elemento es su género literario, ya que este no pretende ser periodístico, sino es una experiencia epifánica que la comunidad recordará y dará sentido después de su muerte y resurrección. Tan importante es este acontecimiento que se encuentra en los tres evangelios sinópticos; y a la vez, en el evangelio de Juan dirá: “Nosotros hemos visto su gloria” Juan 1, 14. Tercer punto, es que el texto maneja muchos símbolos del Antiguo Testamento: la montaña, la nube, Moisés, Elías. La historia de Jesús no está aislada a la historia de su pueblo; es más, Lucas es el único que nos dice que Moisés, Elías y Jesús hablaban de su partida, y utiliza la palabra éxodo.

Y la última clave es la voz que confirma a Jesús como su Hijo elegido, y su imperativo: “escúchenlo”. El oído de discípulo es uno de los mandatos más importantes, aunque como los discípulos todavía tenían mucho que andar y aunque escucharon no entendieron: Fallarían para entender las advertencias de Jesús sobre su traición (9:43-45). Discutirían sobre quién era el mayor (9:46-48). No entenderían la predicción de Jesús sobre su muerte y resurrección (18:31-34).

Ahora, ¿qué nos dice hoy este pasaje? Ahí déjenme que cuente mi experiencia, quizás por este medio podamos intercambiar opiniones. La llamada “transfiguración” es la manifestación de Jesús en nuestra vida, ahí cada uno/a tiene su propia historia, esa experiencia vital y real en la cual Jesús- Dios se hizo presente. En mi caso fueron los encuentros bíblicos con mis vecinas, ellas que me eligieron como animadora del grupo. Y aunque siempre participé de la vida comunitaria, es ahí donde sentí la presencia de Dios, un Dios que me hablaba como amigo y que se acercaba a través de mi trayectoria, a través de mis vecinas, a través de la realidad, un Dios presente, un Dios cercano. Y en esos momentos una/o es como Pedro, quiere que esa experiencia no termine, hagamos tres carpas, aunque no sepamos lo que decimos. Porque hay que seguir andando, bajar la montaña, hay que encontrarse con los problemas y la cotidianidad. 

Siguiendo el texto (37-43 a), cuando bajan de la montaña se encuentran un padre que tiene su único hijo epiléptico, a quien los discípulos no pudieron curar y hasta Jesús parece desanimarse, “Hasta cuando tendré que soportarlos.” No tenemos que desestimar esas experiencias, porque ellas son como el motor de nuestra vida, con el tiempo le damos significado, y sabemos que son un anticipo del Reino.

¿Y qué nos dice a nivel comunitario, ahora que estamos empezando un nuevo año de actividades? seguro que cada comunidad se está reuniendo después de un año difícil por la pandemia, por las dificultades económicas, por los duelos, y ahora se está pudiendo reunir presencialmente para poder planificar, realizar los cultos, la diaconía, la escuelita bíblica y toda la vida comunitaria. Y podemos preguntarnos si sentimos la presencia de Dios, quizás como dice Bonhoeffer en su vida en comunidad, “debemos dejar de buscar siempre la experiencia extraordinaria”, volcando en la comunidad mis propios deseos. A veces por nostalgia o sentimientos buscamos la comunidad ideal. Pero Dios no es un Dios de emociones sentimentales, sino un Dios de la realidad. Por eso, teniendo la firmeza que Dios nos acompaña, seguimos caminando y damos gracias por los hermanos y hermanas del camino, sobre todo a Jesús que nos dejó su huella en su vida, sus opciones que lo llevaron a la cruz y la resurrección. 

Pidamos a Dios que este año que comienza podamos disfrutar de la presencia de Jesús, que podamos verlo en cada acción comunitaria, que podamos estar atentos a las necesidades de los/las que más sufren, transitar juntos y juntas por este camino y que podamos decir como los discípulos: “hemos visto su gloria”.

Carmen Alegre

Participante comunidad del Sombrerito Reconquista, Santa Fe, Argentina

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.