Pablo Davyt Negrin: «Está comenzando un cambio con diversos grupos de productores familiares en todo el mundo. Para mí por ahí va el camino»

Con cierta frecuencia el Centro Emmanuel propone un seminario de este tipo, cada uno o dos años. Se intenta que alternen uno de Ecoteología y uno de Agroecología. La pandemia impidió que se pudiera hacer el año pasado y hubo que repensar las fechas. El énfasis de éste cuyo título fue «Suelo sano, producción sana, comunidad sana», estuvo puesto en la última en la última frase de la tríada, «comunidad sana». La idea es la de superar la búsqueda individual de la salud. El espíritu de la agroecología no es crear individuos sanos aislados, sino vínculos sanos entre personas sanas que generen comunidad sana. Desde esa mirada tuvo el aporte de varios especialistas, nutricionistas, médicos sino otras experiencias relacionadas con la producción agroecológica.

Lo interesante fue la diversidad de miradas que proyectó el seminario: la medicina, la nutrición, la antropología que mediante una presentación de un caso de estudio generó toda una reflexión en términos del valor social del trabajo que está por supuesto está asociado en una mirada integral.

Cuando empezamos a escuchar de varios expositores relacionados a la medicina sobre la importancia de comer sano y equilibrado uno empieza a parar la oreja. Pero más cuando empiezan a explicar la relación directa que tiene la comida con las enfermedades modernas por así llamarlo. Sobre todo cuando te cuentan cómo funciona nuestro organismo detalladamente es cuando caes en la realidad de lo que está pasando con nuestra alimentación y estilo de vida.

Muchas veces atribuimos a que no tenemos tiempo para comer sano, casero o nutritivo. Pero ese tiempo lo vamos a necesitar si nos enfermamos. Enfermedades o patologías de hoy como la celiaquía, hipertención, colesterol, cáncer, y hasta autismo son consecuencia de nuestra manera de alimentarnos explican los expositores. Ni que hablar cuando todavía a esos alimentos les agregamos los componentes químicos que pueden tener las frutas y verduras, allí es cuando introducimos un agente desconocido a nuestro cuerpo y muchas veces no se sabe cómo reacciona éste frente a esos químicos. También los alimentos producidos químicamente nos aportan menos nutrientes y minerales. Pero me voy a detener en la presentación del Dr. Damián Verzeñassi (argentino) Director del instituto de salud socioambiental- Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario Santa Fe.

Comenzó diciendo que para tener salud necesitamos alimentos sanos y para tener alimentos sanos necesitamos un territorio sano y para ello necesitamos un modelo de producción sano.

La medicina de hoy nos hizo creer que no hay salud sin introducir químicos a nuestro cuerpo. Si aceptamos esto de artificializar nuestros cuerpos ¿cómo no vamos aceptar hacerlo también con nuestro territorio? Cuando estamos dañando nuestro entorno ¿constantemente podemos pensar en salud? Cuando homogeneizamos todos nuestros alimentos y nuestro territorio impedimos que podamos construir sistemas inmunológicos saludables. Necesitamos volver a pensar que somos parte de la naturaleza y que en ella tenemos salud.

En la década del 60 la población mundial era la mitad de la que es hoy. Desde el 60 hasta hoy la superficie destinada a la producción de alimentos se cuadriplicó pero los hambrientos en el mundo se mantuvieron en los mismos valores. ¿Qué está pasando? Y
además los kilos de comida que se tiran en el mundo por día equivalen a 1,230 kg para cada persona hambrienta.

También la migración de la población a las ciudades por la industrialización genera que la gente deje de producir sus alimentos y que empiece a comprar su comida por falta de tiempo y espacio. Así es como comienza el negocio de la agroindustria dándole de comer a toda esta gente pero no alimentándola. Se transforma el alimento en comida y la comida en mercancía. Y cuando la mercancía se hace negocio hay que producir cada vez más sin medir consecuencias de residuos y contaminación, enriqueciendo a algunos pocos.

Me pregunto si es éste el planeta que queremos. La vida buena y abundante ¿dónde está? Tenemos por delante un desafío enorme. Está comenzando un cambio con diversos grupos de productores familiares en todo el mundo, cuidando el territorio, los alimentos, la salud. Para mí por ahí va el camino. Es largo, difícil, pero para mí, es ése.

Pablo Davyt Negrin

Nota publicada en el Boletín: «Cuestión de Fe» edición mayo 2022

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