¿Qué pedimos cuando pedimos misericordia?

Leemos en nuestra Biblia Lucas 17: 11-19

Quizás, salir del dolor, de lo que nos tiene atrapados, atrapadas. Pedimos aquello que nos permite dar un paso más y poder regresar a aquel momento anterior a la caída, cualquiera haya sido.

Diez leprosos piden misericordia, seguramente ni se atreven a poner en palabras más exactas lo que desean. A veces aquello que deseamos parece tan difícil de alcanzar, que tememos pronunciarlo.

Tenían en común enfermedades de la piel que los colocaban en una brutal exclusión, eran como muertos en vida. El temor a pedir… ¡¿demasiado?! Y también tenían en común la fe necesaria para seguir la indicación de Jesús y salir caminado hacia la posibilidad de ser declarados sanos-limpios-libres.

A veces, en esas circunstancias, es un gran salto de fe seguir adelante sin saber… pero lo dieron… temblando o apurando el paso, con miedo o con esperanza. Y en el camino ocurrió el milagro. Quedaron libres de la enfermedad, limpios. Seguir adelante podía dar respuesta a su deseo inicial ¿salud, trabajo, inclusión? ¿Volver a su situación anterior? Seguramente. Podían volver a lo de antes. Aunque ese antes perteneciera al sistema que los excluyó y podía volver a hacerlo.

Pero hay uno a quien el milagro impactó de tal modo que necesitó detenerse y regresar. ¿Será que no sólo aspiraba a sanar y volver? ¿Será que el milagro fue tan sobrecogedor que afectó toda su vida? ¿Será que no tenía a qué volver? ¿O será que con el corazón abierto el único lugar posible al que volver era a la raíz misma del milagro? Y se dejó llevar por la alegría y regresó y levantó la voz en alabanza y gratitud porque volvió a nacer.

Momento de preguntarnos ¿Cuánto hace que viendo las respuestas de Dios volvemos calladamente a la rutina cotidiana sin dejarnos transformar por completo?

¿Y si hoy volvemos a la raíz de los milagros que tocaron nuestras vidas? y nos dejamos asombrar e invadir por la felicidad de haber encontrado más que la respuesta al pedido que ni podíamos pronunciar. Y con el alma llena de agradecido asombro decimos ¡gracias, gracias, gracias Dios de la vida abundante! y nos dejamos salvar, sí, salvar de volver a rutinas agobiantes de sociedades que enferman y excluyen una y otra vez, de sistemas de soledad y muerte alejados de Dios.

Estamos invitadas e invitados a involucramos en el movimiento solidario, liberador y vital de Jesús con gratitud, asombro y dicha.

Pastora Viviana Pinto

Iglesia Evangélica Metodista

Publicado en Reflexiones - Pan de Vida.